domingo, 21 de mayo de 2017

Héctor Berenguer

Octubre

Por fin el tiempo gira
en la danza del solsticio.
Hay tanta madurez
tal dulzura
en los ojos pervive.
Encanto de estas horas,
señaladas por el sol y por la abeja.
Ahora que todo se inclina
hacia su propia gravedad
y el fruto se dilata
en la levedad del aire.
Fuego encendido en otro fuego
no te de pena el hombre y su miseria.
En los ojos revive aquello que el corazón
nunca condena.
Algo fragua la carne,
duerme la tierra y luego la despierta.
Silencie ahora su tambor el tiempo.
Que lo que en estas horas de su salto
sea después un caer enamorado.
A veces,
sólo a veces,
ese caer sabiendo,
podemos medirlo con palabras.



El latido de la vida

Un día como hoy cada hombre fue universo
y el mito gobernaba las estaciones de la tierra.
Lo que era dios y lo que eran hombre y animales
y todo lo que no nombro,
guardaban sus distancias y acercamientos iniciales.
Dios se hizo hombre y el hombre se hizo dios,
y el encanto que los reunía
se disolvió en explicaciones sobre los dos mundos.
Un día el barro moldeará de nuevo
sus criaturas de alfarero iluminado.
El que abra los ojos abrirá los cielos,
y verá nuevamente el vuelo errante de todo lo creado.
En un trozo de ámbar
puedo sentir el tiempo encapsulado en sus misterios.
Esto es el hombre digo,
estas las voces secretas de la tierra.
La vida
está encerrada nuevamente
dentro de la vida.


Héctor Berenguer
Rosario, Santa Fe, Argentina

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