martes, 26 de septiembre de 2017

Hilda Augusta Schiavoni

Desolación

Un viento de cenizas
golpea
sobre las hojas del otoño.
Un aliento de guijarros
roza el horizonte,
taladra los sentidos
y muestra
los dientes fríos de la noche.
Luego, se desbarranca
por los acantilados
hasta llegar
a los páramos salobres
que las lágrimas
sazonan acunando
los insomnios desvelados.


Orden Divino

Es mágico el jilguero
trinó para César,
para Cleopatra,
para Darío,
para Agüero
y para nosotros.
Siempre la misma armonía,
siempre la misma magia,
su trino atraviesa el tiempo
y se mantiene intacto.
El hombre,
por su empecinamiento con la guerra
muchas veces
dejó escuchar su amargo llanto.


Tibiezas

¿Quién no guarda a sus hijos
como el palo borracho
entre nubes de algodones
que lo cubren de blanco?
¿Quién florece tristemente
como ese lapacho
que destiñe triste sus flores
ante la casa de la vecina
que se fue al camposanto?
Árbol, si eres casi humano.
Respiras
cada alegría
de los que te amamos
y tienes algo de santo
porque te brindas gozoso
ante la indiferencia del mundano
al que le entregas
fruto, calor, frescura,
perfume
y la belleza inusitada
que proclama la vida
como mágico milagro.


*  *  *

Puedo escribir versos
sobre soledades heladas
con palabras cálidas
que templan el alma

Puedo escribir versos
como oraciones rasgadas
para gente metálica
y para los de carne
con la piel agrietada.

Hoy puedo escribir versos
porque tengo la mirada
y veo sin espanto
en el fondo de las almas.

Puedo más,
mucho más
guitarra destemplada
que con tus sones agrietados
rasgas mi alma.


Hilda Augusta Schiavoni
Inriville, Córdoba, Argentina

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