sábado, 28 de mayo de 2016

Cristina Pizarro


Interiores

Aferrada a mi sombra, como el árbol a la tierra,
miro el eco de los ojos que devoran la esperanza,
escucho voces
que resuenan
en el piano de mi infancia.

¿Por qué el hombre explora y conquista el espacio,
como el ave que busca la presa para sobrevivir?

Y mientras respondes,
va huyendo el día, que envuelto en gotas,
resbala tímidamente, entre los dedos codiciosos.

Y quieto mi cuerpo, en la pesadilla de la orfandad,
recupera el instante de luz,
y se contagia del poder crepuscular de la palabra,
aliento sutil convertido en magia,
herida en la agonía inexistente,
rasgada por caminos
de venganza.

Erguida en la sombra del poder, como la espina en una rama,
siento el dolor de la ausencia
en el hueso quebrado.

Y en el andar de las calles largas,
se van trazando líneas que multiplican la soledad.


Vía láctea

Más allá de las montañas ofuscadas
aquel caminar incierto me sedujo hacia la morada eterna.

Atravesando sin recelo
campiñas virtuosas
vi siluetas de piedra presumiendo en los aleros.
Pero mis pisadas imperecederas
exhumaron desolados hospitales.

El río del cielo dignificó el camino de los pájaros.
Allí las nubes se encaramaron en las ramas del árbol
Y las huellas exploradas por los peregrinos
se alzaron al País de los Muertos.


Seré

Busco el elogio de la lámpara
cuando veo el día.
Abrazo los perfumes del incienso
en aquel viejo cofre donde sueñan los fetiches.
Miro los papeles escritos en la piedra
desde un amanecer
desde la pasión de mi cuerpo
que corteja las calles escarpadas.

En las torres erguidas
germinan las simientes de nuestra morada.

Por qué no creías en aquellos árboles con diademas.

No los abandonaré.
No tengan miedo.

Con los brazos del tiempo
estaré en la tierra prometida
y el mar me dará su éxtasis.

Seré la que oyó la música con el bosque.


El cazador

El cazador persigue el rastro de los pasos.
Desea unir el espacio y el tiempo.
En su danza circular se transforma en otro.
Cuando el rostro enmascarado se encandila,
su goce seduce a la lluvia.
 
Después del diluvio
flores de oro
fecundarán la tierra.

En el advenimiento al reino
contempla la aparición
del ser amado
como un girasol inmortal.


Cristina Pizarro
Buenos Aires, Argentina

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