miércoles, 23 de marzo de 2016

Editorial


revista literaria con voz propia nº 67

                  marzo 2016


                          publicación creada en noviembre de 2006
                             distribución y publicación gratuitas
                                 Inscripción: ISSN 2314-0275



Termina cada día y hazte con él. Hiciste lo que pudiste. Algunos errores y cosas absurdas se han deslizado; olvídalos tan pronto como puedas.
Mañana es un nuevo día. Debes comenzarlo con serenidad, con un espíritu demasiado alto como para ser gravado con tus viejas tonterías.
Ralph Waldo Emerson



Día de otoño

Señor: es hora. Largo fue el verano.
Pon tu sombra en los relojes solares,
y suelta los vientos por las llanuras.

Haz que sazonen los últimos frutos;
concédeles dos días más del sur,
úrgeles a su madurez y mete
en el vino espeso el postrer dulzor.

No hará casa el que ahora no la tiene,
el que ahora está solo lo estará siempre,
velará, leerá, escribirá largas cartas,
y deambulará por las avenidas,
inquieto como el rodar de las hojas.

Rainer Maria Rilke
Praga, 1875 - Suiza, 1926


  Otoño

  Has entrado al otoño
  me dijiste
  y me sentí temblar
  hoja encendida
  que se aferra a su tallo
  que se obstina
  que es párpado amarillo
  y luz de vela
  danza de vida
  y muerte
  claridad suspendida
  en el eterno instante
  del presente.

  Claribel Alegría
  Nicaragua, 1924



No tenemos que esperar por un gran futuro utópico. El futuro es una sucesión infinita de presentes, y vivir ahora como pensamos que los seres humanos deben vivir, es en sí misma una maravillosa victoria.
Howard Zinn



             revista literaria con voz propia
             ISSN 2314-0275

             Edición y dirección: Analía Pascaner
             San Fernando del Valle de Catamarca
             Catamarca – Argentina



Y de repente tú sabes:
Es el momento de empezar algo nuevo y confiar en la magia de los comienzos.
Meister Eckhart


Autores publicados


revista literaria con voz propia nº 67

                                                                 - marzo 2016 -
                    
autores publicados en esta edición: 


- Alejandro Drewes
- Emilio Núñez Ferreiro
- Amalia Mercedes Abaria
- Julio Bepré
- Ada Inés Lerner
- Jaime Icho Kozak
- Haidé Daiban
- Carmen Rosa Barrere
- Sebastián Zampatti
- David Antonio Sorbille
- Eduardo Coiro
- Eduardo Dalter
- José Miguel Diez Zalazar
- Silvia Susana Rivera
- Daniel Abelenda Bonnet
- Etherline Mikëska
- Sanndy Luna Morales
- Ruth Ana López Calderón
- Ricardo Ponce Castillo 
- David Lechuga Fernández
- Federico Spoliansky
- Adriano de San Martín
- Omar Darío Ruiz
- Marisa Noemí González
- M. C. Vásquez
- Osvaldo Ballina
- Alba Estrella Gutiérrez
- Salomé Moltó
- Omar Darío Ahumada
- Áurea López Quiles


             revista literaria con voz propia
             ISSN 2314-0275

             Edición y dirección: Analía Pascaner
             San Fernando del Valle de Catamarca
             Catamarca – Argentina



Alejandro Drewes


Ánima

I.
Suspensa la gota de oro
de aquel cirio en la profunda
ventana que abre la noche
sobre el indefenso cuerpo
de las ciudades a oscuras:

II.
ha de caer nieve pronto
y afila el viento su cuerno
sobre este mundo que frente
al ojo lento de Dios
de bruma y polvo se vuelve


Árbol

A tu sombra reposa
el caminante ya cerca
del fin de su viaje

De vez en cuando toca
del viento la flauta
de plata que anuncia
el invierno del mundo
Pero dime cuántos
siglos han cruzado
tus hojas y cuántos
incendios aguardan
todavía, qué memoria
guarda tu madera
de amantes fantasmales
de legiones oscuras
como el aliento mismo
de la noche inminente


Días de viaje

Largo ha sido pues el viaje
y azaroso el juego
secreto de los dioses
que condujo hasta aquí
desde estrellas remotas

Marca un reloj invisible
el exacto compás
de las lunas y los días
concedidos: te vas
en el eco de un fino
badajo de oro que toca
al oído en ciertas
noches largas de invierno
y te ve pasar aquel
retrato de Durero

En la baraja te buscas
de un Tarot de otro mundo
en otra tierra posible
que acoja amorosa
la levedad de tus huesos
y en la lengua de los padres

Recuerdas al viejo Ulises
acaso en el Canto Quinto
sabes de alguna extraña
manera que aquí
en esta misma estación
nada concluye, ni tú
ni la sombra de cruzar
el espejo: en este
lugar preciso del mundo
donde pura y densa
cae la lluvia y cae
por los días de los días


Heraus

Buscar o buscarse
en la víspera
de la inexorable
noche que aguarda
a cada uno, elegir
uno u otro camino
en la errancia
perpetua, habitar
el nebuloso país
de velados espejos

en la linde de un bosque
sentarse muy solo
la cabeza desnuda
bajo la tormenta
de Dios y hablar
un instante a los amados
ausentes y apenas
saber que la piedra
lanzada cierra ya
su círculo en el agua:

que una vez, hace tanto,
menos que un tallo
sumario de hierba


Locus amoenus

En esta hora impar
de la noche en que las cosas
se llaman a silencio
y la máquina del mundo
pareciera detener
un instante su vértigo

En esta misma hora
en que apenas alumbra
una alta luna de plata
el alto bosque celeste
recuerdo a los viejos
maestros en su pretérito
tiempo y pienso en el otro
que fui, en el camino
que siempre se bifurca

Y acaso piensa en mí
la melancólica sombra
que habita el extraño
país del espejo: pues
siempre vuelves, Horacio,
y tus canes oscuros

Y la más grande Musa
sola yace en la memoria
en su lecho de estrellas
donde un viento helado
gime y desde el fondo
de los siglos, conmovida,
Anactoria regresa

…                

Y el ojo en la noche
moderna mira otra vez
hacia atrás como acaso
la espalda de Casandra
la honda ruina de Troya

Y lentamente llora
Y lentamente pasa


Alejandro Drewes
Buenos Aires, Argentina 

Emilio Núñez Ferreiro


Vida de papel

   Toda mi vida fue de papel: Papel de cartas enviadas a España por barco y de cartas con respuestas atrasadas, de cuadernos de hojas rayadas, de libros prestados, de revistas de historietas. Papeles para no dejar entrar al sol por las rendijas de la prefabricada.
   Papeles gruesos de diplomas, de logros, papeles finos, livianos, para mandar noticias por carta de vía aérea. Papel cartulina de barajas engrasadas que disfruté con “el viejo”. Y después, papeles con los primeros versos, los del primer amor y la primera frustración.
   Luego hubo papeles de trámites, de documentos, de libreta de familia, de hijos que nacen… De uno que muere. Papel glacé de Jardín de Infantes, de diplomitas, y otros con las primeras letras: “Mamá te amo”.
   Papel de servilleta dobladita del Hotel aquel. Papel de un día cualquiera, encima del plato: “Pa, te dejé la comida en la heladera. Un beso, soy tuya”. Papeles de cheques emitidos y cheques rechazados, de recibos, vales, facturas… Papeles, papeles y más papeles.
   Papeles con firmas que aún pesan, timbrados, sellados, con apostilla de La Haya. Papeles de escrituras, contratos, intimaciones, de impuestos, de servicios, servicios y más servicios. Y carpetas de papel para guardar todos los papeles.
   Papel de pasaporte para visitar la tierra donde uno nació. Visados con ilusión a la ida y con mucha alegría a la vuelta. Decenas de papelitos traídos para atesorar recuerdos. Papelitos con apuntes para recordar una cita, un trámite, un teléfono y varios chistes que me hicieron gracia.
   Codiciados papeles del Banco de la Nación Argentina de curso legal, conseguidos con sudor y algunos extranjeros para paliar inflaciones y que duraron poco. Papeles de almanaques que se van a la par de uno.
  Papel higiénico, servilleta, y pañuelitos. Papel de periódicos, volantes, avisos publicitarios, afiches políticos, anuncios de espectáculos. Papeles decorativos, engalanando la casa. Fotos de los afectos de hoy y de siempre. Miles de fotos con hijos, nietos, viajes, acontecimientos y aniversarios. Papeles de mis libros preferidos. Papeles convertidos en cuentos y novelas, escritos por mí y que alimentan mi ego. Y un canasto con papeles descartados.
   Papeles reveladores, de insólitos secretos, sorprendentes confesiones y esperanzadoras promesas. Un papelito de colores, acompañado de un inocente beso que me embriaga el alma: “Abu ti amo”.
   Un papel de receta médica, un carnet de cobertura, una orden de internación de letras enmarañadas con diagnóstico incierto. Un papel en el tercer piso, otro en el subsuelo, otro en Rayos, otro en Análisis y otro en Administración: ¿Trajo el papel, y el otro, y el otro? ¿Y el otro?… … ¡Falta un papel! 
   Papeles, millones de papeles en una sola vida. Papeles que pesan más que uno, más que la consciencia. Papeles y más papeles y al final:
   “Certificado de defunción”


Este cuento obtuvo el 2ª puesto en el Concurso literario organizado por la Biblioteca de San Antonio de Padua, Buenos Aires


Emilio Núñez Ferreiro
Escritor de Barcelona, España. Reside en San Antonio de Padua, Buenos Aires, Argentina


Amalia Mercedes Abaria


Alma de desierto

                          A una piedra de Córdoba

Ah, silenciosa
y circunspecta,
gris, con alma de desierto.

En mi extrañeza humana
cae tu firme soledad
hacia el instante de luz,
como de plata.

Y veo allí secretos
de pájaros antiguos
y el silencio de hombres
rompiendo minerales,
buscando tu belleza
de cuarzo, tu fragmento
de estrella.

Resplandeciente
y oscura,
sigilosa,
raíz de la montaña.

Sólo los puros amarán
tu abatido magma
disuelto,
el cristal apagado.

Rigurosa piel, quebrada y viva


El musgo y la calma
  
Solo, en la penumbra,
el sobreviviente del mar
tiende su planicie verde
sobre la larga pétrea
y descansa

Cómodo en el muro
instala sus vegetaciones
                         de orden
                         y constancia
y como el antiguo reptil
que lo horadaba,
ama la húmeda
                colonia de la sombra.

En espera silente,
                busca en el cielo
el ángel de la lluvia
y su médula seca, entonces,
bebe el diminuto manantial
pasivamente

Es bueno sentir
              su presencia
compañía de la calma
y el silencio.

Pisadas ausentes, a veces
lastiman ese pequeño, gran mundo
                               esparcido

o un caballo, también,
                                       
roza la frágil, fina capa
                         de verde, verde musgo
¿Hay lágrimas?


Todos hemos pisado,
                         alguna vez,
el tendido musgo,
                         nuestra calma.


Poemas anteriores pertenecen al libro El Musgo y la calma, Ed. Botella al Mar, 2013


La finitud
 
Es un muro que nos espera
o la sombra de ese horizonte
que aún lejanamente vislumbramos.
 
Se encuentra entre la luz y las cenizas
entre el alba y la noche
entre la vida y la muerte.
 
Queremos olvidarla,
hacerla desaparecer
taparla con una túnica verde
con árboles a los costados.
 
Pero está,
muda y remota,
invencible,
como una bella roca,
esperando en el final del camino.

          Último poema pertenece a Caminos. Ed. Botella al Mar, 2009


Amalia Mercedes Abaria
Capital Federal, Argentina

Julio Bepré


Este año

Como entonces cada planta hoy se amaña
para escapar ilesa de la estival penuria.

Violento es este año porque implacable impone
un sofoco que ahoga los colores más densos.

¿Hacia dónde mirar, cómo expresar la extrema
mezquindad de la hora? Azorado pregunta.

¿Dónde se halla el lugar
en el que ya no exista más
este arduo vaivén de una vida insondable?

Apremiado él prosigue en su sinuoso andar
y las preguntas quedan baldadas e irresueltas.

Hay algo en él que aguarda sin revelar la causa.
Un pasado lo abruma con ajados resabios.

Luego llega la brisa y un alivio le ofrece
en este último tiempo insustancial y raudo.   


Silencio

Lindante del ayer reitera un tardo aviso
y turbado recuenta del año los instantes.

Al hablar las palabras demoran cada gesto
e imagina otro mundo y una futura historia.

Advierte recién hoy las fases de la luna
y algún signo descubre en el vuelo de un pájaro.

Recuerda las memorias más nobles que posee
y observa con asombro un prodigio cercano.

Regresa a su silencio y conmovido aguarda.


Consigo

Desplaza su vivir y con designio calmo
comprende su pasado y hasta mide y admite     
la razón de los años y rehace un instante.

También atiende a su alma y decidido aleja
por un momento el cuerpo pero después lo amarra.

Confía en su mirada porque también lo invade
aquello que lo ubica enfrentado a un dilema.

Y advierte que ya no es más un zafio caminante
y acepta los motivos de cuanto aún adviene.

Tiene sus manos limpias y todavía escucha
latir su corazón y ello mismo lo asombra.

Retarda luego el paso para otra vez hablarse.


Ensueño

El verano se angosta y desanda un olvido
en el tránsito denso de una tarde sumisa.

Los rumores invaden sutilmente al instante
y aletargados caen los desvelos tardíos.

Después abre los ojos y complacido acoge
una lluvia serena que desasida extiende
su inclinada caída en un súbito ensueño.

Es posible que alguien aniquile un olvido
y otro ya despierto retenga una sonrisa;

otro divague y luego enuncie pormenores
o viva todo el tiempo desairando una busca.

Pero el sofoco vuelve entre pasos y voces
y al instante lo aviva un simple parpadeo.


Julio Bepré
Poeta de Córdoba. Reside en Buenos Aires, Argentina

Ada Inés Lerner


La muerte no puede con todo

Apareció, un día cualquiera, un blog con su nombre completo, para que no haya dudas. Sus fanáticos de siempre lo leían y releían y ya se hablaba en los foros. Relatos Minificciones, poemas, cuentos…
El mundillo de las letras se conmovía y los expertos decidieron que eran obras originales, inéditas, que alguien había tenido acceso a sus archivos y decidió publicarlos en la red. ¿Por qué así? Cualquier editorial lo hubiera aceptado gustoso. Se estaba perdiendo ventas seguras el privilegiado – posiblemente familiar, amigo íntimo - desconocido, envidiado por muchos, seguramente.
Había sido un escritor prolífico en vida. Pasó el tiempo, medida convencional de nada, y nuevas obras…
Hasta que se convirtió en una obra póstuma tan extensa que la certeza derivó en dudas metafísicas. Y ahí ya hubo una sola certeza: la necesidad de escribir no puede detenerla ni la muerte.


El mito

Del Morocho del Abasto todas sabíamos que era morocho pero la separada del fondo afirmó que era teñido, y la de la ochava aseguraba que sus guitarristas tocaban sentados porque él era muy petiso y la pedicura de los viernes apuntó: a Carlitos Gardel, los zapatos se los hacían a medida para respetar juanetes y callos; la planchadora contó que el morocho era de cuerpo escaso pero que un ambo especial lo hacía parecer robusto.
La del delantal de cocina decía que lo había visto en un baile de carnaval; pero si ha muerto en Medellín contestó la manicura; eso es mentira refutó la rubia (arrepentida) en volumen de secreto (¿por qué se bajará la voz también para contar secretos a mucha gente?): Carlitos y Aguilar sobrevivieron pero el morocho quedó desfigurado y vive escondido. La de los ruleros azules se reía en forma estentórea (siempre quise usar esta palabrita) ¡qué va a estar vivo, qué va a estar!, a lo que la hija de la peluquera mencionó una foto que lo mostraba saltando del avión después del accidente y la del termo (yoruga, para más datos) concretaba: esa no era una foto sino una infografía (como ninguna sabía qué era una inf… nos callamos, en especial para no desnudar nuestra ignorancia, que es la más impúdica de las desnudeces) y agregó: Carlitos ha nacido en Tacuarembó y yo también lo vi dijo la pelirroja (cuya palabra es irrefutable porque es la mujer del kinesiólogo que es casi como un doctor, salvando las distancias, claro) en una revista extranjera cuyo nombre no venía al caso. 
En definitiva, todo es relativo y aunque Gardel nunca existió, cada día canta mejor.  
        

El ritmo  

Por favor, sea breve -dijo el relojero -debo poner en orden los relojes. El ritmo del tiempo es mi responsabilidad. Un error podría ser fatal para la Humanidad. ¡Y para el resto del Universo! En el Génesis la marcha era acorde, pude ocuparme de otros asuntos: conciliar con Abraxas, regular a los demiurgos y otras tareas. El tiempo no pasa en vano y mi misión es promesa de futuro. No lo digo por soberbia. Soy Dios, sólo soy Dios.

          
Desde el ajedrez de los niños

La bruja abrió el Libro Amarillo y recorrió sus páginas sanguinolentas. Escudriñó a un lado y a otro para asegurarse que nadie la espiaba y cuando estuvo segura que estaba sola buscó un potaje secreto y el espejo mágico para embellecer su rostro, quería conquistar al nuevo verdugo. Hombre fiel al Rey Blanco y a sus deberes podría suministrarle cabezas decapitadas para sus experimentos. Cuando vio que el día se desmoronaba en nubarrones negros como su alma se acercó volando a la casa de su futuro cómplice. En su ansiedad olvidó cambiar su ropa pero en un toque mágico se vistió de lila. Esperaba ansiosa que él la recibiera.
-¡Verdugo! -gritó frente a su puerta, las paredes se estremecieron -tengo algo importante que ofrecerte -simuló con una vocecita sugestiva y casi femenina -Tú que eres el temor de todos los reyes y peones podrás vivir por siempre si hacemos un arreglo.
Silencio.
 -¡Yo no tengo miedo de los reyes ni peones! -bramó el verdugo -¡Fuera, de mi puerta, vete! -gritó de tal forma que el Rey Negro que cazaba por las cercanías los escuchó. Y también sus alguaciles que en tiempo de paz tocaban en sus laúdes canciones a las Reinas que jugaban con las Torres.
Los caballos blancos relincharon fiero y la Reina Madre Blanca cuchicheó con su par, la Reina Madre Negra, porque a las Madres no les gusta la guerra, y cubrieron de polvo los ojos de la bruja que se retiró desarrapada y sucia y el Verdugo no abrió nunca más su puerta. Allí quedó esclavo.
-Los peones no tienen que preocuparse todo será paz y alegría porque -sonrieron -los hombres no existen.


Ada Inés Lerner
Ituzaingó, Buenos Aires, Argentina

Jaime Icho Kozak


Abrázate fuerte

El encanto no alcanza
a redimir al alma de su vida.
Soñar recicla leyendas
compañeras del reposo.
Cuando el viento me lleve,
partiré si saber qué epitafio
se escribió en la arena.

Obrero de escarlatas voces, excavo sabidurías
semejantes a la floración errónea en jardines que desde mis ojos
de huésped no conoce hasta dónde estuvo a la intemperie.

Las letras dan a cada cual,
recuerdos de su futuro.

Mientras cabalgas sobre mis músculos,
abrázate fuerte, mi corazón
fluye en viejos libros recién inaugurados
en el inédito asombro de los finales.

Los paisajes huyen, los rostros se condensan
contra ventanas de casas que jamás habité.
Recuerdos giran impasibles
desvaneciendo temblores en mis manos.
El vuelco de algunas vidas
cambia extrañamente las distancias,
acumula olvidos y nuevos semblantes nacen a tiempo.

El libro ha comenzado.


Exilios como insomnios

Los exilios son largos insomnios,
espejismos,
memorias que el desierto arrastra atravesando el mar.
Allí donde lenguas innumerables
recorren oscuridades colgadas en paredes,
frases curtidas forman pieles
en juegos de acoplamientos,
despiertan mis cuerdas vocales.

En sueños vuelven peces que la sequía devoró,
cadáveres de espumas, ostras fósiles
saliendo por córneas humanas de azules balandros.

Entre un pueblo y otro hay pasos de lejanía,
gestos de tu boca me acompañan.

Todo destino humano tiene tareas por cumplir,
y trabajo como cualquiera
aunque no lleguen águilas de victoria.

En clandestinidad sumergida,
descubro que empezar
es aceptar que se vuelve a caer,
a trabajar con paciencia sobre la gravedad
de quien se arriesga a anticipar el vuelo.


Fugas del tiempo 

Allí donde los cuerpos esculpen bocas,
en rincones iluminados por el siroco, te espero.

En mutismos de pactos filmados
con sangre en cada pesadilla,
ritos privados
despliegan esqueletos,
frágiles ligazones
siguen caminos que no conozco.

Para poseer lo que no poseo,
debo recorrer rutas
para ser quien aun no soy.

Libero mi corazón
y sus vericuetos
en aortas de noches,
que callando se aproximan.

Mientras trabajo
invisibles herramientas
vigilo fugas de perversos,
polimorfos momentos.

Estilizo mi columna vertebral
en actitudes de quien ama,
sembrando pretiles en alertas sabidurías de ignorancia.


Poemas del libro del autor: Abrázate fuerte. Editorial Grupo Cero, Colección Poesía 2001. Madrid, 2016

Jaime Icho Kozak
Madrid, España

Haidé Daiban


En un tiempo

En un tiempo de arrabales
y perdidas callejuelas,
entre brumas de la tarde
las horas se hacían pequeñas,
y el mate se entibiaba
acunado por las manos
que cansadas se rendían,
en aleteo de pájaros.   

Al envolverme la noche,
surgió un silbido lejano,
su melodía ocupaba
mi esperanza de arcanos.
Aguijones mi cabeza
En recuerdos se partía,
Y fue tu perfume, promesa,
De una brisa de caricias.    


Fugitiva

Fugitiva de las horas y los días,
Fugitiva de la cárcel de memorias

soy cautiva en cada etapa
con los grillos de la pena
incrustados a la espalda.

Acantonada en mi fangal
y, venial en la queja

dejo celdas, a sabiendas
de otras celdas,
trepo muros
a sabiendas de otros muros.
    Viva y de pie.


Errabundo

Camina, el caminante errabundo,
Famélico de guías,
De cartas fluviales, tan azules,
De aire sin hedores,
De rostros sin espasmos.
Camina como arriero
De su propia carcaza,
De sus amigables incertidumbres.
Marcha,
Fabula playas
   Que no ha visto
     Y arenas de bronce.

Allí se tenderá
Esperando los trotes del viento,
La espuma que lo acune.
    El fin de los caminos.


Vieja agenda telefónica

Nombres y más nombres.
La dirección borrosa,
la característica telefónica
ya inexistente. 
Rostros que son,
   que fueron 
   y alguno olvidado.
Personajes truculentos.
Conocidos ocasionales.
Familiares lejanos.
Amigos de siempre.
Combinaciones caprichosas
De iniciales heredadas.
Cada tanto brota
Un nombre diluido
y alias encomiables. 
Letras, números y letras
En mis manos de titiritera.
Mágicamente, algún renglón
    remarcado, refulge
    en el recuerdo.
 Otros desaparecen
     o se sustituyen 
 por un nuevo sonido
 con nombre y domicilio.
 Señas bosquejando
 lejanas facciones
 y algún impreso
 con su morada perdida.
 Absueltos
    que brotan en esperpentos
    de lo que fueron.
 Y están los muertos, instantáneamente,
     bajo el trazo firme
     de una línea recta.


                                            Del libro de la autora: Los Indicios

Haidé Daiban
Buenos Aires, Argentina

Carmen Rosa Barrere


Epifanía 

Es una fracción de tiempo. Segundos, tal vez. ¿O serán horas? Floto livianamente sobre relieves confusos. Los entreveo a través de una telaraña. Están debajo de mi cuerpo, extendido en mi metro setenta. Mis brazos abiertos dentro de las mangas infladas de mi camperón de nylon. Tengo una certeza: voy a alguna parte. Ignoro adónde ni porqué.
La ingravidez viene acompañada de un infinito sosiego, en ese balanceo de pájaros, escasa la conciencia.
Sin embargo algo me sostiene al piso.
Estoy boca abajo. Percibo el lento despertar de mis sentidos. No los conocidos sentidos de siempre. Otros. Más definidos, más intuitivos, más brillantes. Con la maravillosa luz que busqué y rebusqué para mis pinturas, sin lograrla.
El piso próximo es de un grisáceo sucio, desparejo y hostil. Los manchones de sangre empiezan a cubrirse de una fina telita contenedora, por obra y gracia del viento y del sol. Mi olfato rechaza un fuerte hedor a heces humanas. En los rincones, asustados, se refugian los gritos de auxilio. La pisada de los que huyeron. Los insultos soeces. También el eco del retumbar de las armas de fuego bajo el zinc del techo.
Huérfanos, los casquillos se mezclan con puchos, papeles y escupitajos verdes. Las pancartas laboriosas, pidiendo trabajo y pan, arrugadas y sin oficio son pateadas por los uniformados que representan la ley.
¡Qué ironía! En la inocencia del papel, nosotros clamábamos por la ley. Nos atacó esta otra, agazapada en guerreras de botones dorados.
Como un clarividente con conciencia ampliada, de pronto los veo y puedo verme.
Somos tres. Despatarrada, como una muñeca vieja, los sesos de Mabel se escurren desde el matorral de pelos enrulados- en hilitos oscuros, obstinados hacia el nivel más bajo. Estalagmitas del horror.
Mi visión panorámica descubre a José. Acurrucado como un feto. Un nonato expulsado del vientre, desamparado para la saña ciega.
- Vayan ustedes- decía mezclando harina y agua. Yo los espero con el pan calentito.
Lo convencimos. Estuvo paso a paso al lado mío.
José. El que rechazaba el plato de la olla popular cuando a último momento se presentaba alguien más hambriento. José, el artesano de los hornos de barro para cocinar el pan del pobrerío.
José, el filósofo paciente. El que confiaba en el renombrado Comisionado. Aparecería con maestros. Aprenderíamos a armar cooperativitas barriales de ocho o diez manzanas. Nos traerían semillas y herramientas. Llegaría después un camión con una vaca, dos cerdos y gallinas, para unir a hombres, mujeres y niños en una siembra de hileras parejitas. Los corrales tendrían alambrados. Agua corriente y postes para luz. La responsabilidad conjunta nos devolvería la dignidad perdida.
Su visión se agigantaba. Fábricas abiertas, escuelas remozadas y hospitales humanizados. Si alguien se burlaba - no pocos -, él insistía:
-Un hombre sin sueños no merece vivir. - Afirmación que repetía una y otra vez.
Me detengo en mi propio cuerpo. Una bala me quebró la espalda. Doblado fui cayendo hacia el suelo. Al milico que me reventó las manos con la bota, le caía una baba espesa de odio. Resentimiento de pobre contra pobre. Inexcusable pero posible cuando el uniformado se siente más rudo arengado por sus amigos, pertrechado en el arma y la placa.
- Negro de mierda - Andá a pintar el culo de tu madre.
Ahora veo mi mano. Mi mano que ambicionaba pintar. Pintar de veras como Picasso. Una bolsa sangrienta llena de huesos rotos. La observo como si no fuera mi mano ni el cuerpo fuera el mío. Flotando, mi columna está sana y mi mano entera. Sin dolor alguno. Sin pesares. Y sin odio.
Una claridad inmensa como un mar me envuelve. Entiendo que José no está solo. Lo rodean sus proyecciones humanitarias en una red cálida de puro amor. Mabel sonríe desde sus dientes de grano de maíz. No lleva blue jeans. Unas gasas vaporosas la envuelven graciosamente, mientras asciende, empinada en un pie. Quería estudiar baile. Hoy es al fin, una bailarina. Sin público ni aplausos.
Diminutas escamas luminosas caen en mi pelo encaneciéndolo. Resbalan por el pabellón de mis orejas, bañan mi cara. Mi olfato de reptil antiguo, alerta, huele a hierbas, a lilas y a pasto recién segado. Mis códigos cambiados como en una película extraña, sicodélica.
Poseo certidumbres nuevas: si me dejo llevar por esta corriente de energía, se cortará definitivamente el hilo invisible que amarra mi cuerpo al mugriento y frío cemento gris del suelo.
Lejos de la trágica realidad de nuestras vidas. Los que ya caímos y los que huyeron, marcados para ejecuciones próximas. La película es una revelación. Mi revelación personal de todo lo vivido. Una visión fabulosa de lo por venir.
Me dirijo hacia un lugar azul. Me desprendo de la brutalidad obscena y del dolor, como quien arroja ropa sucia.
Pita lejanamente un tren. La multitud grita: ¡Viva la Patria! En sordina, desde la lejanía lo último que escucho son los talones de miles, que corren hacia el puente.
        
El hilo acaba de cortarse. Allá voy. Conozco mi destino: Libre. Armonioso. Feliz. En absoluta paz.


Carmen Rosa Barrere
Nació en Posadas, Misiones. Reside en Montecarlo, Misiones, Argentina



Sebastián Zampatti


Pero vos (poema I)

Han hecho pedazos el mundo:
han arruinado las cosechas,
han envenenado el agua,
han soltado enfermedades en el aire.

Han excavado, perforado, talado, consumido,
arruinado
absolutamente todo
o casi todo
poco les falta en verdad.

Allí donde encontraron una montaña dejaron un pozo.
Allí donde encontraron un pozo dejaron una fosa común.

Han tomado el mundo para ellos, se lo han quedado,
han convertido la mitad en una fábrica
inmensa y todopoderosa
han convertido la mitad en un basural
inmenso y nadapoderoso.

Se han repartido el globo según ellos
y desde una pequeña ventanita en lo más alto de esa fábrica
gobiernan el mundo
y todo lo que en él respire o se mueva.

Pero vos…


Pero vos (poema II)

Vos estás,
yo estoy,
nosotros estamos acá
todavía
sin embargo
a pesar de…

todavía estás,
nosotros
todavía estamos.

Todavía podemos cambiar el rumbo
de algunas cosas.

Han arruinado casi todo
pero vos
pero yo
pero nosotros
pero…


*  *  *

Tiene algo de sutil plegaria
el beso

de “ojalá”
de “amén”
de “no te vayas”

de “Dios quiera que te quedes
para siempre”.

Algunas personas tienen este don
de hablar y besar
al mismo tiempo

de hablar con la boca llena
de besos.


*  *  *

He tenido un poco de frío
ciertas tardes
a ciertas horas
en ciertos lugares.
Entonces necesité un abrigo
un abrazo
o algún libro.

Y los tuve.
Por un tiempo.

Porque no hay que quedarse
mucho con lo que otros también
podrían estar necesitando.

Está bien tener frío algunas veces.
El problema es cuando somos el frío.


Sebastián Zampatti
Tandil, Buenos Aires, Argentina