jueves, 26 de marzo de 2015

Sergio Borao Llop

El olor de las flores

Cerré la puerta suavemente
como otras tantas veces
y me alejé en silencio.

Siempre viví cerrando puertas
o viéndolas cerrarse tras de mí:

Puertas entrecerrándose implacables
como una barricada ante mis ojos.

He aprendido que cada despedida
es el eco de un canto cancelado.
Que una mirada al borde del andén,
el gesto de una mano que se pierde
o un avión despegando
son heridas que nunca cauterizan.

Es necesario entonces
cerrar las puertas con tristeza
y alejarse despacio hacia poniente
en busca de otros soles, de otras Ítacas
de otros ríos y aldeas
allende el horizonte de los días.

Mas no es fácil caminar cuando se sabe
que el olor de las flores no regresa.


Habitaciones

Habitaciones que se bifurcan,
que se multiplican y no terminan.
Que son distintas y son todas la misma.

Pasillos que no conducen ni extravían.

Helados muros que devuelven, indiferentes,
el eco angustiado de mi voz que te llama.

Y en el medio de todo
mis pasos, quietos, sin destino,
mi alma yacente, precipitada
en el abismo de tu ausencia.
  

No quiero cantar

No quiero cantar y se me hacen sangre las palabras
y brotan obstinadas como una vena abierta
encharcando el silencio de la tarde que espera
un tren, una odisea o el fragor de mis gritos.

No quiero cantar pero mis voces no se apagan
y siguen derramando susurros delirantes
hacia el cielo indiferente del crepúsculo.

Mas en las estaciones abandonadas no hay certezas;
tan sólo ausencias
                          oquedades
                                      recuerdos de miradas
vagos gestos de adiós como una llaga en la memoria
un vértigo de trenes perdiéndose en la noche…

Sólo la estación desierta
               una voz aletargada entre mis labios
                         y el eco atroz que no puede escucharse.


Te sueño, sombra. Llegarás un día

Te sueño, sombra. Llegarás un día.

Serán tuyos mis ojos, como dijo el poeta.
Serán tuyos mis labios y la mano que se alza
contra las injusticias y la mano que estrecha
las manos estrechables y los pies que cabalgan
la tierra estremecida y el corazón que sangra
herido de silencios.

Ese día por fin se cerrarán todas las puertas.
Serán tuyos mis ojos, ya no quedarán lágrimas
ni habrá un lirio en mi pecho
ni en el humilde tálamo florecerán sonrisas.

Esa noche será la noche del olvido.

No habrá después un solo espejo que nos reconozca
y nuestros nombres devendrán sólo palabras
que el tiempo irá borrando
de la ingrata memoria de los charcos.

Te sueño, sombra. Llegarás un día
con tus besos de escarcha, con tus dedos helados
y una sentencia entre tus dientes incendiarios.

Después, ni un sólo ángel
sembrará con mis cantos la alborada.


Poemas de Destierro, tomados del sitio web del autor:

Sergio Borao Llop
Zaragoza, España
El autor ha publicado El alba sin espejos por el sello eBooks Literatúrame!

3 comentarios:

  1. Sergio Borao Llop... qué decir de este gran autor que escribe y crea belleza aún en el dolor, pero, quiiero elegir un poema y vuelvo al primero a la genialidad de decir "que cada despedida es el eco de un canto cancelado" y para qué seguir repitiendo lo que el poeta dice, en cada versi está la imagen impecable que seduce; además, querido poeta, con ese final nos enseña a seguir la vida.
    Gracias por esta lectura
    Betty

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu atenta lectura, querida Betty. Me complace que te lleguen los poemas de Sergio Borao Llop, un buen amigo.
      Cariños, que estés muy bien y tengas una bendecida semana
      Analía

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    2. Querida Betty:
      Muchas gracias por tu amable comentario. Los poemas que en esta ocasión ha elegido Analía pertenecen, en efecto, a una época un tanto dolorosa, como se puede deducir de su tono. Me alegra que, a pesar de todo, puedan resultar bellos para el lector. Gracias y un abrazo.

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