martes, 4 de noviembre de 2014

Alejandro Drewes

Frente a la tumba de la amada

                 Recuerda cuán amada, señora, fuiste de mí.
                                      Anónimo español (s. XVI)

I.

Es otro y el mismo tu cuerpo
que baña el agua lustral de los siglos.
Apenas es tu memoria en el viento
frío que gime y que cruza un hondo
bosque de pinos y la oscura maleza
que impasible ronda los mármoles.
Tantos racimos de la vida esperaste
tantas flores rendidas a tu mano
y su tono fiel al cabo te acompaña.

II.

Cae a plomo la curva de la tarde
campanada inmóvil, espejo de agua
gravemente roja. A lo lejos se escucha
el canto de algún pájaro perdido
y piadosa desciende la noche sobre
los actos de la tierra. Amor, es otra
y la misma luz que ahora te inviste,
alta de sueño y de toda melancolía
dueña, por encima del tiempo que pasa.


Escucha, corazón

Ahora que me pierdo
En el fondo de la vasta
noche sin respuestas
Escucha, corazón

En pleno silencio, bajo
esta misma bóveda sideral
Donde insomnes lobos
aúllan, escucha, corazón
Las palabras que ya nunca
Voy a decirte otra vez
Las que no se repiten
Como la nieve sobre la hierba
De julio, como el camino
Que lleva a ninguna parte

Escucha arder, corazón,
En el final crepitar
de otro mundo perdido:
son de Casandra los ojos,
la luz terrible del alba


Nordiska

Ancho camino astral en que se tiende
la noche, amante frágil junto al día
y tensa su arco hacia el este del mundo,
sus alas de extraños pájaros que pasan.

En esa larga ruta del norte te busco
como quien buscara señales de hierba;
bajo soledades tan ásperas y en campos
helados, empecinado y ciego aún te busco.

Och städer rasar, och natte väller in. (*)


(*) Y los pueblos caen, y la noche se derrama.

(octubre 2005-septiembre 2012)


Arcano dios

Añorar la antigua madera
que acoge la espalda
del caminante cansado
ya cerca del fin de su lenta
jornada de humo, pensar
que acaso fuera la escena
misma que borda el sueño
infinito de un arcano dios
cada golpe, cada paso

Saber que sólo queda
de todo la corta carrera final
de la cabra por el agreste
borde gris de los riscos
y el sol en su ruina de oro
y ese negro peregrino
bajo el viento helado
de la sexta luna que aguarda
desde la espiral sin fondo
de todos los tiempos

  
Poemas tomados de AERA Revista de Poesía

Alejandro Drewes. Buenos Aires, Argentina


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