lunes, 13 de mayo de 2013

Eduardo Dalter


-Buenos Aires, Argentina-

Puerto Madero

Conocí el viejo puerto en los años
       duros
en que decenas de barcos de carga
       de todas las banderas
arribaban a sus muelles, y por sus
       callejones
iban y venían camiones, marinos,
       estibadores
y alguna que otra mujer de falda
       corta.
Un aire singular y recio reinaba
       en las dársenas,
mientras resonaba algún grito, en
       algún idioma
lejano, entre las cubiertas y las
       grúas,
que la ciudad había hecho suyo y
       de su borde.
Después todo pasó; y sólo el agua
       marrón
quedó sin ser tasada ni vendida; 
       y comenzaron
las demoliciones donde ahora
       se elevan
hoteles 7 estrellas, espléndidos
       y raros
restaurantes, y bárbaras torres
       primer mundo,
que no pueden verse si no con
       extrañeza,
entre licenciados guante blanco,
       algún
Lamborghini, algún turista, y
       una brisa
que nos sabe tocar y recordar
       la historia
con más despojos y zanjones
       que ganancias.


Homenaje a Bertolt

Brecht detestaba a los poetas
    comediantes
(inclusive a los buenos poetas
    comediantes),
ésos que cantaban (y hasta
    bailaban)
lejanos de la tan perturbadora
    vida
que gruñía hosca más allá de
    la platea.
Brecht prefería el aire abierto
    o cerrado
y los charcos donde la vida
    pudiera
reflejarse, y el hombre cierto
    tuviera
al fin derecho a la palabra
    y al pan
(que no son lo mismo, pero
    cuando falta
uno escasea el otro). Yo no
    creo,
no obstante el horizonte, o
    estas luces,
que el recorrido soberano
    de su lápiz
haya caído en saco roto.

 Gran Buenos Aires, enero, 2009.


Otoño país

En medio de tanta
       inequidad
bárbara, tanta
       postergación,
       niebla,
y tanto doble,
       triple,
cuádruple discurso,
       y tanto
recambio de plumas,
       triza, 
hueso expuesto, y
       vacío,
¿de qué se habla
       ahora?

Último poema tomado de Inventiva Social, publicación digital dirigida por Eduardo Coiro (Buenos Aires, Argentina)


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Vivir es desviarnos incesantemente. De tal manera nos desviamos, que la confusión nos impide saber de qué nos estamos desviando.
Franz Kafka

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