sábado, 23 de marzo de 2013

Editorial


               
            revista literaria 
con voz propia nº 54 – marzo 2013


                           publicación creada en noviembre de 2006
                                distribución y publicación gratuitas




No reniego del patriotismo, pero primeramente soy un ser humano, y cuando ambas cosas son incompatibles, siempre le doy la razón al ser humano.
Hermann Hesse


La mesa *

Él puso los platos y el pan,
los cubiertos y el vino, sobre la mesa.
Ella puso la comida y un platito
para el gato viejo, sobre la mesa.
Él puso los vasos limpios
para los hijos, sobre la mesa.
Ella puso el agua clara,
para los hijos, sobre la mesa.
Y entre los dos
pusieron la vida sobre la mesa.

Hamlet Lima Quintana
* Poema publicado anteriormente en esta revista literaria


--

Crear visiones de lugares venideros y saber que siempre serán lejanos, inalcanzables como todo ideal. Huir lo viejo. Mirar el filo que corta un agua espumosa y pesada. Arrancarse de lo conocido. Beber lo que viene. Tener alma de proa.
Ricardo Güiraldes

--

Ojalá nos alcance la vida

Ojalá seamos dignos de la desesperada esperanza.
Ojalá podamos tener el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos, porque de nada sirve un diente fuera de la boca, ni un dedo fuera de la mano.
Ojalá podamos ser desobedientes, cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra conciencia o violan nuestro sentido común.
Ojalá podamos merecer que nos llamen locos, como han sido llamadas locas las Madres de Plaza de Mayo, por cometer la locura de negarnos a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.
Ojalá podamos ser tan porfiados para seguir creyendo, contra toda evidencia, que la condición humana vale la pena, porque hemos sido mal hechos, pero no estamos terminados.
Ojalá podamos ser capaces de seguir caminando los caminos del viento, a pesar de las caídas y las traiciones y las derrotas, porque la historia continúa, más allá de nosotros, y cuando ella dice adiós, está diciendo: hasta luego.
Ojalá podamos mantener viva la certeza de que es posible ser compatriota y contemporáneo de todo aquel que viva animado por la voluntad de justicia y la voluntad de belleza, nazca donde nazca y viva cuando viva, porque no tienen fronteras los mapas del alma ni del tiempo.

Eduardo Galeano

--

He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, un intento de colonización del otro.
José Saramago



revista literaria con voz propia
ISSN 2314-0275
Edición y dirección: Analía Pascaner
San Fernando del Valle de Catamarca
Catamarca – Argentina


Raúl Pérez Arias


-Lomas del Mirador, La Matanza, Buenos Aires, Argentina-

Su nombre no importa señor

Ayer murió un hombre
lejos de su aldea.
Estaba contemplando
la siembra del ají en Salónica
y tanta belleza no pudo resistir
su corazón ni sus ojos claros.
“Ayer murió un hombre”…
los campesinos comentaban,
y dijo una niña:
Es el poeta de Kilkis,
el que le cantó a nuestro pueblo,
sus cosechas, caminos y azahares.
Aquel que cruzó los golfos
y sus palabras hablaron del blanco
de nuestras casas, del amor por su gente.
Niña, ¿cómo se llamaba?
Su nombre no importa señor.
Hoy Grecia no debe llorar…
Hoy nuestros dioses
le brindarán su tributo
y los poetas la bienvenida.
¡Tienen razón!,
ayer murió simplemente un hombre
y un poeta es sólo una semilla
en medio de tanta soledad.

    De Sixtina a Grecia. Ediciones La Luna Que, 2007


Miró sus manos

Subió al andén
de su desesperación.
Compartió el humo
de la hinchada triunfante
y el olor de un choripan postergado
le hizo ver la alegría
de la gente que esperaba.


Miró sus manos vacías
y supo que no estaba solo.
Postergó su crisis,
y al compás de bombos y banderas
volvió a su casa
a festejar.

    De La inmovilidad de los ruidos. Ediciones La Luna Que, 2007


El abuelo vendimiador

Me quedo con su tiempo
entonces me alegro
y vuelvo a mi infancia.
Nada es igual
a aquellos racimos de uvas
que maduraban bajo
tu atenta mirada
y se hacían vino
a la sombra de tus manos.

    De QUÉ y otras circunstancias. Ediciones El Mirador de la Cultura, 2010

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Al menos os habéis encontrado. Lo habéis hecho ya a menudo y lo haréis una y otra vez. Eso no pueden decirlo todos.
Michael Ende

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Gustavo Vaca Narvaja


-Córdoba, Argentina-

Poesía de los desaparecidos

¡Hola hermanos Argentinos!
¡Somos nosotros!
¡A fin…percibimos el calor del sol que nos privaron 30 años!
No podemos llorar
¡No!... No…
No tenemos lágrimas…
Se secaron; se secaron…marchitas de dolor
¿Si brotaban de nuestros ojos?
¡Sí!...de nuestros ojos
Antes de cerrarlos para siempre
Hoy son cuencos vacíos
¡Miren! ¡Miren!
¡Sí!...
¡Vean esta desnudez ósea!
Que nos permite llamarnos

Desaparecidos

Somos… 
Una fecha… Un nombre……
Quebrado el futuro
¡Miren…… Miren esos números! colgados en nuestros esqueletos
¿Yo?...... Puedo ser el 24 ¡o…el 15.003… ¡O el 30.000!
No importa
Hoy…somos todos…
Estamos aquí junto a compañeros…
Que alcanzaron a encofrar el último grito de vida
¡De vida!
¡Sí!… De vida.
Luego…
Luego juntaron sus manos entrelazando cuerpos
Hermanados en abrazos eternos
¡Sí!...... Eternos
Conformando una sola osamenta cubierta de silencio.
Estamos quietos. 
Dignos.
La foto amaneció sin sol, sin luz, sin aire.
Estamos…enterrados. Ocultos al mundo.

“Desaparecidos

Pero… Cuando uno de nosotros sea identificado por su nombre
Habrá una fiesta en estas tumbas clandestinas
Porque… ¡Todos! 
Seremos aquel que nombren
a pesar de estar en esta habitación oscura
¡Miren nuestros huesos!
Descubrirán que fuimos muy jóvenes
¡Sí!.......lo fuimos.
Audaces. Soñadores
Ella de 16; él de 19; mis vecinos.
Mis amigos. Mis hermanos
Yo no soy joven.
Pero tampoco…viejo.
Nos arrojaron sin piedad
Uno encima del otro, como piedra de cimientos.
Basura de ciudad.
Así llegamos hermanos a este foso. 
Débiles y torturados.
Muchos con vida.
¡Pero… estaba tan apagada!
Acompañamos a otros que cayeron muertos… de balas.
Muertos de torturas.
Muertos… de muerte cobarde
Nos convirtieron en huesos inmortales
Casi… eternos.
Eternos. Secos. Limpios. Blancos.
¡Eternos. Secos. Limpios. Blancos!
Fémures, cúbitos, radios, húmeros.
Esos: son nuestros documentos para que nos encuentren
¡Qué poco pedimos hermanos!
Nuestras últimas palabras, quedaron custodiadas en mandíbulas desnudas
Era nuestra despedida
Nuestro llamado; o quizás, nuestra plegaria
No lo recuerdo
Somos
Testimonio del pasado.
Tal vez…un símbolo vivo… en la muerte.
Somos una realidad oculta
Una voz silenciada 
Historia sepultada
¡Quítennos esta frazada de arcilla!
¡Miren…… hacia abajo!
Porque seguimos viviendo
Entre piedras…arena y raíces, esperando
Nombren a todos con esa sola……frase:

“Desaparecidos”

¡Queremos… reaparecer!
Aunque sea con esta desnudez ósea
Para estar con ustedes
¡Queremos vivir en ustedes!
¡SER LIBRES!


Palabras para los primeros 29 cadáveres en una fosa común en San Vicente, Córdoba, Argentina
  
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Se empieza a salvar el mundo salvando a un hombre por vez; todo lo demás es romanticismo grandioso o política.
Charles Bukowski

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Silvia Susana Rivera


-Bahía Blanca, Buenos Aires, Argentina-

Fotografía

Quitando telas de araña, desempolvando recuerdos, entre gasas blancas encontré una foto vacía y vieja. Desde allí me mirabas sonriente, con tu cara de hombre niño. Te repasé con mis dedos, dibujé tu boca sonriente y una parte de mí se convirtió en una mariposa multicolor. Se posó sobre tu frente estática y se marchó.


La casa del adiós

Estaba todo amontonado. Las camas, la cuna y la sillita de comer, el juego de dormitorio, las cortinas que cuando eran nuevas parecían velos de novia, los sillones de pana verde testigos de las fiestas elegantes y de largos días de estudio, las fotos colgadas en las paredes, sonrisas congeladas de dos generaciones de niños. El crucifijo y todas las láminas religiosas. Las colchas con rayas azules y un moñito en un costado. Las rosas, la parra y la higuera del patio, el fogón, el sonido de los tangos al hacer el asado. Las risas, los llantos, las discusiones, el silencio pegajoso después de los gritos, el miedo, la pérdida. Cada cosa, hasta las manchas en la pared retazos de mi vida estaban ahí. El barrilete abandonado en el galpón, la estatuita de la torta de mis quince. Más todo lo intangible. No supe qué hacer con ellos. Mucho se fueron atados en la parte trasera de una camioneta. Me decían adiós las manos de mi familia que ya no está. Voces ahogadas por el olvido, escondidas en el teléfono abandonado en el suelo. El eco de mi voz los llamaba. Los malvones, falsas uñas postizas de mi infancia eran viejas plantas pegadas al paredón. Todo el patio, un matorral de yuyos e higos podridos.
Y no supe qué hacer. Sólo llorar, cerrar la puerta, mirar por última vez esa casa pintada con cuadritos rosa, amarillos y negros, coloreada por mis hombres queridos, la puertita caída por tantos niños que imaginaron domar un salvaje caballo blanco.
Adiós al campito, a los turcos de al lado, al kiosco del vecino, a los circos o kermeses, ocasionales habitantes que estremecían a mi niño de antojo y alegría. Adiós. De lejos me llega la música de los Beatles diciéndome “Let it be”.


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Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Pablo Neruda

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Julio Bepré


-Poeta de Córdoba. Reside en Buenos Aires, Argentina -

Siempre

Nada se vislumbra distinto. Creo
que siempre seguiré mirándote.

Me ocuparé de apartar los años
con falsos números de ausencia. Siempre
en mi solapa lucirá la flor
con tu color amado, y tu voz, sí tu voz hoy
cantará esa canción que entonabas
al descuido y por lo bajo. Siempre.

No quiero ya palabras
No quiero más vacuos sonidos. Quiero
sentir el silencio de cuanto es y fue.

Aún llevo desvelos en mi amor
y mil llamados de toda esta nostalgia. 


Tensión

Fue en ese día de aquel turbado mes
cuando volvió envuelta en su silencio.

La brisa sin cesar ondeaba
y ella corría y corría y más corría
sorteando con gracia todo estorbo.

Mínimo fue ese suceso ante mis ojos
sujetos al desvelo de la luz matinal.

Albergo ahora el temblor de un vocablo
y al momento me agobia otro dilema.

Indago empecinado y me ignoro y aíslo
de cuanto halló el sigilo y después olvidó.

¿Quién es esa mujer de arribo presuroso
que al llegar recompone este irresuelto afán?

¿Dónde es posible hallar y aguardar o acrecer
una respuesta pronta y así saber lo que vendrá
en todo esto que vivo? 


Hasta hoy

No puedo demorar este momento. Vivo
como aquel que soñó adentrarse en el aire
y encontrar el misterio que tienen las alturas. Ver

cómo encapota aquel cielo sombrío y cómo  
alguien camina por un yermo extendido donde
no existen más rastros del último verdor. Tiembla

cada ser. Se agita una presencia de años
y años con la misma zozobra. Y al fin
queda solo el más simple mirar desde una

empañada ocasión y una nueva promesa
hasta hoy no cumplida.


Mudanza

¿No tenías cuenta que al nacer el día
y al retirarse todo el cobijo del sol,
el corazón volvía hacia un ayer
en este ahora incierto y no deseado?

¿Que al partir huyeron los vocablos
y al final sólo hubo una plática tensa
en aquel prado donde siempre reímos?

¿Que parece la vida un deslucido estío
al no existir consuelo para urgido calmar
el inclemente afán en el que estamos?

Uno cubre la cuota de una pasión posible
porque hay dolor   alegría   demora o
sólo esta simple y denegada entrega
en este odioso día donde ya nadie habla.


              Textos del libro inédito Anteúltima ocasión

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El presente es tan grande, no nos apartemos. No nos apartemos mucho, vamos de manos juntas.
Carlos Drummond de Andrade

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Gerardo Molina


-Canelones, Uruguay-

Por el Camino Real...

Por el Camino Real iba mi padre
-silbo en los labios, luz en la mirada-
prestancia campesina, gentilhombre
en otro tiempo de pasión y hazañas.

¡Y era linda mi madre! Como un sueño
de esos que al despertar pueblan el alma
de infinitos celajes de ternura
como una intensa y única alborada.

Iba mi padre, silbo entre los labios,
por la tarde que crece -azul y gualda-
de perfumes intensos. El labriego
va redondeando el seno de las parvas.

En azules regiones de misterio
aún vagaba mi alma
para alumbrar, al fin, cuando el lucero
recompone la música del alba.

Y allí cerca nací, con un destino:
noviado del amor y la palabra,
romero impenitente
y pródigo en la vida y en las aulas.

Con un rezo en los labios se ha dormido
mi madre. Y, dulce novia, su mañana
teje en un sueño de jazmín y estrella
y de un sencillo hogar junto a la chacra.

Por el Camino Real vuelve mi padre
y en su silbo acrecido de esperanzas
el alma, toda miel, aflora y ríe.
Un silencio de estrellas le acompaña.


El mate amargo      

¡Qué dulzura sin par la del amargo!
Para gustar su líquida fortuna,
Atesorar su redondez de luna,
Sus estrellas dormidas, hay un largo 

Camino de experiencia y sin embargo
Igual se brinda, límpido como una
Cantarina fragancia de laguna.
¡Qué dulzura sin par la del amargo!

¿Quién no le busca al alba o a la tarde?
cuando principia a arder y cuando arde
El día con sus dones y querellas.

En su ropaje mi ensoñar envuelvo 
Y al fin del viaje cotidiano vuelvo 
Rico de redondeces y de estrellas.

Camino de las Altas Cumbres, Córdoba, Argentina, 25 de octubre de 2001


El Rancho

Como manos que se unen para el rezo
su techo primitivo presupone
un corazón cristiano donde pone
el campesino albor su primer beso.

Parte entonces la grey y queda opreso
de un fervor casi humano que traspone
su cuerpo de terrón con que dispone
la ternura del pan a su regreso

Llega la hora nocturnal, serena,
un aroma frutal llama a la cena
mientras reasume su actitud de rezo.

Una gran flor protege su contorno
y en seráfica paz ensaya el horno
tras de la fronda, su postrer bostezo.


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El lugar que amamos, ése es nuestro hogar; un hogar que nuestros pies pueden abandonar, pero no nuestros corazones.
Oliver Wendell Holmes

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Robert Gurney


-St. Albans, Inglaterra-

Una noche en Buganda (micro-ficción)

Estoy descansando en la bañera, disfrutando de un ensueño. Sabes cómo es. Recuerdos de los buenos tiempos que he tenido en África vienen y van. Es muy agradable.
Algo flota en mi mente: el recuerdo de una pierna que brillaba en la penumbra de una sala de conferencias en la Facultad de Educación de África. Me acuerdo de la tormenta tropical que hervía sobre el Lago Victoria a la misma hora cada tarde, la humedad creciente.
Recuerdo al profesor pidiéndonos nombrar la mayor posesión de un ser humano. Las manos se levantan. Alrededor de la sala ella va, señala. Una a una las respuestas vienen: el intelecto, la racionalidad, la empatía, el dinero, el conocimiento, la felicidad, la religión, la salud, el sexo. La lista es interminable. ¿Por qué me deja hasta el final?
Ella se dirige a mí. Siempre la he considerado bonita, más que eso, en realidad, y sospecho que eso ella lo sabe. Mi corazón está latiendo. Mi imaginación se revuelve. De pronto veo la imagen de una chica desnuda en el libro de George Bernard Shaw, Una muchacha negra en busca de Dios, el que yo había estudiado minuciosamente, de niño, saboreando cada detalle en el almacén secreto de libros peligrosos de la casa del bibliotecario local.
“La imaginación”, dejo escapar, seguro de que voy a ser abucheado por los otros estudiantes. Todos somos estudiantes de postgrado.
“Sí”, ella grita. “Ya lo tienes. Eso es. Es lo que junta las cosas en una sola. Eso es lo que nos hace humanos. Eso es lo que da sentido a todo.”
La clase se queda en silencio. No lo puedo creer. No puedo creer en mi suerte. Era sólo una conjetura. Ni siquiera estoy seguro de por qué lo dije.
La puerta trasera de la sala se abre. Es Lawrence haciendo otra de sus entradas dramáticas. Lleva una capa impermeable que llega hasta el suelo. La barba le gotea, se sienta en la primera fila. La conferencia continúa.
Hay un enorme ruido. Una metralleta se desliza por el suelo. Hay tanto silencio que se puede oír el vuelo de una mosca.
La había comprado, declara, a un soldado la noche anterior, durante una incursión del ejército ugandés en el Club Hi-Life. Sé que él está diciendo la verdad porque yo estaba allí cuando los soldados de Obote irrumpieron gritando, agitando sus armas, en busca de partidarios del Kabaka. La depuración había comenzado.
Se encuentra allí amenazante, absurdo, sobre el lustroso suelo de color marrón intenso, de tablones de madera, negro y gris con un barril brillante y una boquilla con mira achatada apuntando hacia sus hermosas piernas de negro azabache. Parece como si se hubiera usado. Uno puede oír la lluvia golpeando en el techo y cantos de júbilo procedentes de la cercana Iglesia Pentecostal de Kampala Road.
Me levanto y la recojo de sus pies. La llevo lentamente fuera de la sala, voy a la residencia de estudiantes, que compartimos con el profesorado, y la pongo debajo de mi cama.
Más tarde esa noche, no puedo dormir. Sigo viendo el cañón del arma y sus piernas. La yuxtaposición me inquieta. La llamo. Llamo a Mavis, la profesora. Llamo a Mavis Ogwang.
“Hola, Mavis”, le digo lánguidamente.
“Sí”, responde ella adormilada.
“Soy yo”, declaro en monosílabos.
“Lo sé”, responde ella con cariño. “Gracias por lo de hoy. Quería darle las gracias personalmente.”
“El placer es mío”, suspiro. “Quería darle las gracias también, en persona, por haberme escogido”.
“Ven aquí arriba, rápido, se está haciendo tarde”, se ríe suavemente.
Hay un golpe en la puerta, oigo una voz llamando, “¿Cuánto tiempo vas a estar?”. Es la señora de la limpieza.


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La historia de los hombres es un instante entre dos pasos de un caminante.
Franz Kafka

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Victoria Asís


-Nació en Entre Ríos. Reside en Magdalena, Buenos Aires, Argentina-

Corazón - Cajita - (Palimpsesto)

Mi corazón es una cajita, de resonancias,
y saudades.
Ventana cerrada al miedo, a la hipocresía,
cortinas de tonos verdes resguardan a la esperanza
cubriendo las rondas de mateadas con los amigos.
La ciudad me da la espalda en su apuro por vivir
es la música la compañera infaltable
que se adentra por mis poros hasta quedarse en la sangre.
La voz de Víctor me zambulle en la nostalgia
cuando me encuentra bailando con su sombra
¿Cómo pude matar a quien me hacía soñar?. . .


Devocional
 
Hoy me tuvo entre sus brazos
y con sutil sabiduría
horadé cada extremo de su cuerpo.

Su sonrisa dibuja primaveras
en lo oscuro de mi hastío.

Al repetir mi nombre,
como una letanía
me consagra:

Señora de sus sueños. . .


Cadencia

La noche en cadencia y movimiento
intenta apagar mi sed de su presencia.

Lo intuyo jugando con acentos para allegarse
hasta mí con sus requiebros, sonoros palpitantes
me despierta su canción llena de impulsos
convirtiéndome en dulces emociones.

Mi amante tiene el valor para entregarse
al compás que arrastra mis deseos hacia
la música de su sangre. . .

Entre sueños descubro que se lleva mis claveles
para perfumar el calor
de su litera.


Voz que es mi voz

Voz que es mi voz.
Y por momentos aloca mis sentidos.
Y cuando nace y crece borda de azul el infinito.
 
Atemporales signos cual susurros
se mezclan en mi estar, cuando no está conmigo
cuando una tormenta de caricias
de sus manos me trastoca. . .
 
Cuando la piel de la boca lo llama a gritos
para iniciar el rito circular del beso,
y poblar todos los silencios con latidos.
 
Orfebre de mi amor yo lo declaro,
Eros que derrota mis tinieblas levitando
mis gozos, mis delirios.
 
Quédate en mí, volátil presencia que domina
mis antojos,
más allá de todas las distancias.


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La razón no me ha enseñado nada. Todo lo que yo sé me ha sido dado por el corazón.
Leon Tolstoi

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Daniela Wallffiguer


-Santiago, Chile-

Nuevo génesis

Y la humanidad nació a medianoche,
entremedio de truenos e intensa lluvia helada.
no sabe de luz y tropieza de piedra en piedra hasta un abismo.
unos se quedan largos instantes postrados pensando en las heridas,
otros, despiertan sobresaltados agarrándose del muro
que tiene algún relieve
y que sólo algunos han distinguido.
otro más avezado se agarra de la pierna del último
y le grita: ¿y por qué no nos ayudas a todos?
sin distinguir nada más que esa temperatura de los dedos apretados,
se sacude y se va.
no encuentra otro calor igual al que lo tocó hace más de 5000 años.


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Salen errados nuestros cálculos siempre que entran en ellos el temor o la esperanza.
Molière

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José María Pallaoro


-City Bell, Buenos Aires, Argentina-

Pintada

Por un nacimiento sin violencia
y porque aparezca
el anciano Rapuzzi

Porque la paz
es para todos
o para nadie

Me parece que no
pero no lo sé


Comunicado

La mujer
que apareció
descuartizada

desde sus pedazos
nada dijo de los males

que la aquejaban


Matadero

No hay arreglo
en el matadero

Los trabajadores están
cansados de promesas
incumplidas

Los brazos caídos
ante la obscenidad
y los fierros

Una pena natural

La tortura se inicia
por los ojos


Cortejos

En mi despedida
no hay llanto

La liberación se mide
en las derrotas

El ojo policial
está por todos lados

El cortejo
se disuelve
en grupos pequeños

para que no se lleven
los cajones de madera

La ciudad calla
y respira
el humo de las ruinas


1982

Nada importa
si la sombra de tus pechos
se acurruca
en mí


Ceibo

Las Madres machacan
en el mortero de la verdad
los despojos de la corteza
y cuecen el fruto
para soportar la herida
y preservar la memoria

Pronto florecerán en racimos
sus flores de abrasador carmín


Del libro Setenta y 4. El Suri Porfiado Ediciones, mayo 2011

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Aquéllos que tienen el privilegio de saber, tienen la obligación de actuar.
Albert Einstein

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Emilio Yaggi


-Escritor nacido en Santa Fe. Reside en Catamarca, Argentina-

La Posada del Murciélago

  La famosa conductora de televisión Elsie Brown, conducía su poderoso coche en medio de la tormenta a velocidad reducida.
  Volvía del pueblo Cerro Hermoso y tenía que llegar a la ciudad antes de las 22 hs. Esto daba tiempo suficiente para que la maquillen, la peinen y la vistan; a las 23 hs, comenzaba la emisión de su programa. Había salido con tiempo suficiente pero una lluvia torrencial le impedía ir más rápido.
--¿Quién me habrá mandado ir a Cerro Hermoso justo un día como hoy, a hacer este reportaje casi sin importancia? Mi jefe, claro; por cierto, él no saldría de su casa un día así…y bueno, para eso es el jefe…
  Un violento trueno la sacó de sus cavilaciones, frenó instintivamente lo cual hizo que el coche derrapara peligrosamente hacia la banquina. Pensó en quedarse allí un rato, pero al notar que la oscuridad era total y la lluvia cada vez más densa, decidió seguir.
--Creo que no voy a llegar a horario; llamaré a mi jefe para avisarle…seis, nueve…cero…listo…
¡no hay señal! ¡Caen cuatro gotas y se corta la señal! (calmate Elsie, son más de cuatro gotas) ¡Por favor! ¿Cuántos relámpagos! Sería prudente que me refugiara en algún lugar hasta que amaine, pero dónde, no se ven luces, o sea que tampoco hay casa…¡y ahora viento! ¡lo único que me faltaba!
¡Ahora sí tengo que buscar refugio!
  El viento furioso retorcía las ramas de los árboles quebrándolas y desparramándolas sobre la ruta. Brillantes relámpagos iluminaban el cielo y luego, comenzó a granizar.
--¡Vaya suerte! Al menos tengo el coche asegurado contra granizo; es obvio que no puedo seguir; la lluvia es tanta que no puedo ver…¡allí, un cartel! ¿Qué dice?...Posada del…no alcancé a leer…¡posada! A la izquierda, indicaba a la izquierda, ¡allá voy y al diablo el programa! ¡Que me esperen sentados!
  Giró a la izquierda feliz de encontrar refugio para ella y para su coche. Un trecho más adelante divisó luces.
--Estoy llegando, ¡qué bueno, paró la lluvia! No, acá no llovió, está todo seco. Y bueno, las lluvias siempre comienzan y terminan en algún lugar, ¿no? Allá se ven varios autos, sí, es el estacionamiento de la posada; el edificio parece pequeño…¿por qué habrá tantos coches? Quizá haya alguna fiesta, veamos, la recepción, allí, ¡llegué! Buenas noches señor, ¡tiene alguna habitación disponible?
--Si señora, tengo…usted…¿Usted es Elsie Brown, la de la tele…?
--Si, lo soy, y como se podrá dar cuenta no podré llegar a tiempo para mi programa. ¿Tiene teléfono?
--Tengo, pero hace un par de horas que no funciona; los celulares tampoco, no hay señal.
--Bueno, mala suerte, ¿me asigna la habitación por favor?
--Enseguida; a ver…la ocho. Después le tomo los datos; la acompaño, ¿tiene equipaje?
--Este bolso de mano, nada más. No pensé que tendría que hacer noche por el camino. ¿Tienen alguna fiesta hoy? Digo, por los coches que están en el estacionamiento.
--¡Ah, los coches! No, no hay nada programado; es más, no hay ningún pasajero esta noche en la Posada del Murciélago.
--¿Ese es el nombre de la posada? La intensa lluvia no me dejó leer el cartel que está sobre la ruta.
--Si, ese es el nombre, algo tenebroso, ¿no le parece?
--Apropiado diría yo, porque todo el entorno es sugestivo, misterioso, ¡a mí me encanta! ¿Será porque por acá está todo sereno y ni siquiera llovió? Salí del camino y vine hasta este lugar porque la tormenta no me permitió seguir. Le aseguro que tuve un poco de miedo. Señor, si no hay más pasajeros en su posada, ¿de quién son los coches allí estacionados? ¿Todos suyos?
--Si y no. Cómo le explico…venga, caminemos hacia la habitación, la acompaño; los trajeron sus dueños y…los dejaron. Este es su cuarto, adelante.
--Pero nadie deja su automóvil así porque sí; no entiendo.
--¿Qué querés entender preciosa? Vení, vení, quiero besar tu cuello.
--¿Qué hace, qué le pasa? ¿Se volvió loco?
  El cuello blanco y regordete de Elsie Brown lucía hermoso realzado por una gargantilla de esmeraldas de imitación; su cabello recogido lo dejaba al descubierto y a la vez, el amplio escote de su blusa exhibía generosamente sus redondeces.
--Vení, tu cuello es hermoso, me llama, y tu auto también…
--¡Suélteme, abusador, degenerado, no se atreva a tocarme porque se va a arrepentir! ¿Yo sé por qué se lo digo, no me obligue a…
  Hubo forcejeos, gritos, empujones. De pronto, un alarido espeluznante y luego el silencio. La negritud de la noche ocultó la imagen de alguien que corría hacia el estacionamiento. Bramó el motor del auto y el chirrido de las ruedas sobre el pavimento resonó como el lamento de un ser apocalíptico. Elsie, con su peinado descompuesto y su ropa desordenada, evidentemente alterada huía de aquél lugar. Con una mano asía firmemente el volante y con la otra se frotaba los labios una y otra vez. Doscientos metros más adelante la esperaba otra vez la tormenta, la cual ya había perdido intensidad. Muy nerviosa miró su reloj y con sorpresa comprobó que su horror en la Posada del Murciélago sólo había durado entre doce y quince minutos. Aceleró y llegó al canal con tiempo suficiente como para hacer su programa. Allí la esperaban ansiosos los maquilladores, el peinador, la estilista y varios técnicos. Todos coincidieron al decir que, a pesar de su aspecto desalineado se la veía radiante, vivaz y enérgica, más que lo habitual.
  Luego del programa los televidentes enviaron mensajes de texto felicitándola, porque les parecía que había salido mejor que nunca. Después del descanso reparador que le brindó la noche Elsie se levantó tarde a tomar su desayuno. Junto con él le trajeron los diarios que habitualmente hojeaba. Se sorprendió al leer los titulares por la uniformidad entre ellos, por ejemplo: “Extraña muerte”, y luego el desarrollo, palabras más palabras menos, relataba la muerte del dueño de la Posada del Murciélago. Decían que apareció muerto tirado en el piso de la habitación número ocho de la posada; que la policía científica estaba muy confundida ya que el cuerpo estaba seco, sin sangre, y no había indicios de que se hubiese desangrado.
  Elsie Brown se desperezó ostentosamente, dejó caer los diarios sobre la alfombra y saboreó con placer su opíparo desayuno.


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La única alegría en el mundo es comenzar. Es hermoso vivir porque vivir es comenzar, siempre, a cada instante.
Cesare Pavese

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Horacio Urbañski


-Berisso, Buenos Aires, Argentina-

Mujeres de la Patria

Cielo arriba, en la quebrada
paisajeando los tolares
las cholitas mecen dulces
sus polleras y collares.
Las morenas cerillanas    
bajan al valle, donosas,   
con sus trenzas renegridas
y sus ojos color sombra.
Guapas todas y churitas
dulzonas como guarapos    
pasean tiernas y coquetas   
a orillas del Misky Maiu.
El perfil del Uritorco 
esoterismo desgaja,  
en sierras comechingonas  
nunca falta una muchacha.
Cordillera y promisión,   
el laboreo, es la trama,    
sumándose la presencia   
de bellas mozas cuyanas 
Río abajo y puriajéi
me embarco en el litoral,   
navego ríos y arroyos
con una guaina porá.
Un rojaijú montielero 
más cuchillas entrerrianas 
gurisas chamarriteras
elegantes y galanas. 
Rubia, bonita y pulpera,
moraba en Santa Lucía
y con sus ojos celestes
parroquia y pampa encendía
y en los campos bonaerenses
dónde florece la vida
las priendas dicen presente
con Martín Fierro y su china.
Sureñas para que luchen
entre rigurosos vientos,
Malén matriarcas mapuches
con su firme pensamiento.
Paisanas abran el paso
a porteñas de mi flor,
una artesanal pebeta
luce plena, como el sol.
Más porteñas se presentan
para enriquecer mi musa,
imposible que me olvide
de alguna mina papusa.

Mi verso franco y sincero,
con sus frases, idolatra,
describiendo con esmero
las mujeres de la Patria.


GLOSARIO:
Tolares: plantas que crecen a 3.000 mts.s.n.m.
Cholitas: diminutivo de chola puneña.
Cerrillana: serrana. 
Donosa: elegante.
Churita: agraciada.
Guarapo: resto vegetal dulce del prensado de la Caña de azúcar.
Misky Maiu: Río Dulce;
Uritorco: Cerro en Capilla del Monte, Córdoba.
Comechingón: Tribu originaria del Valle de Punilla, Córdoba.
Cuyanas: de la Región de Cuyo.
Puriajéi: Cantando.
Guaina porá: mujer joven y hermosa.
Rojaijú: Te quiero.
Montielero: relativo al Monte.
Gurisas: jovencitas.
Priendas: amada y preferida.
China: compañera del gaucho.
Sureña: del Sur.
Malén: mujer en mapuche.
Paisana: mujer del país.
Porteña: con domicilio cercano a un puerto.     
Pebeta: mujer joven (lunfardo).
Mina papusa: hembra apetecible (lunfardo).

Septiembre 6/2012

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La fuerza de las mujeres depende de que la psicología no pueda explicarla. Los hombres pueden ser analizados; las mujeres sólo pueden ser amadas.
Oscar Wilde

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Delfina Acosta


-Paraguay-

Mañana es otro día

Los lirios que se caen y las hojas
girando circulares hacen triste
aún el agua limpia que yo bebo.
Imaginé un venado en la ventana
y ahora estoy mejor y sin embargo
me sé ya de memoria aquel inútil
piar del avecilla abandonada.
Y luego al mediodía las hormigas
querrán venir por ella, y tantas rosas
que se abrirán en vano pues no sabe,
no, no sabe el hombre valorar su garbo,
y sólo por la paga el jardinero
podando está el rosal, no fue su padre
poeta, y él se encuentra casi ciego.
¡Pero mañana el viento traerá
en cada arbusto aroma a nuevo día!


Enamorarse

Érase una mujer que fue rosal
y los garfios o espinas de su cuerpo
más que doler a su nocturno amante
a ella le dolían y por eso
perder su aroma prefirió una noche,
y sus rosados pétalos abiertos
como una cabellera cuando el pino

bajaba el viento de los astros rojos.
Y se deshizo del capullo último.
Y de sus ramas y el deforme tallo
por el que trajinaban las hormigas.
Era un rosal que se creyó mujer
enamorada y terminó pagando
el precio de un amor que no era suyo,
se cuenta sin embargo. Sólo sé
que amar es darse entera solo al viento. 
 

Cantaba la paloma

Cantaba la paloma y el felino
oía su cantar y se quedaba
herido de tristeza y de ternura.
Mi rostro frente al cielo oscurecido
buscaba alguna estrella mas los vientos
con el horrible aliento de no sé
qué malas flores me obligaban
a ver el fondo mismo de mis ojos.
Si hubiera conseguido detener
el tiempo en que las cosas eran bellas.
¡Ay la aspereza del rocío! En vano
el fuego de las almas se enrojece.
No hay nadie a quien querer. Y en la distancia
el cuervo está al acecho, y yo también.
Llegada es ya la hora. Lidiaremos
batalla extraña y dulce de querernos.


Jardín misterioso

Se trata de una mantis religiosa
llevada por insectos himenópteros
a oscuro nido estando viva aún.
Un niño entretenido la contempla.
También se trata de un gusano verde
de un género por mí desconocido
subiendo por la rama de un rosal.
La maravilla es parte de la náusea.
El asco y la belleza son las caras
de la moneda que Jesús dio al César.
En mi jardín las voces se confunden.
Solloza el sauce, y el piar quebrado
de unos pichones cruza cierta brisa.
Pero las flores pujan por abrirse.
Y alguna primavera está llamando.
¡Y vientos de alegría son mis ojos!


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Pobre no es el hombre cuyos sueños no se han realizado, sino aquél que no sueña.
Marie von Ebner-Eschenbach

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Roberto Romeo Di Vita


-Buenos Aires, Argentina-

Equilibristas 

Eran dos equilibristas en finales de un enero húmedo y pegajoso. Eran dos muñecos semidesnudos, bronceados, flacos y de articulaciones elásticas. Manejaban sus herramientas suspendidos en las alturas.
La mayoría de las personas que transitaban la peatonal donde se encontraba el edificio en demolición no podían pasar sin mirar el cuadro que se les presentaba.
El ruido que producía la máquina compresora era casi infernal, ellos cual duendes traviesos y exhibicionistas jugaban peligrosamente con sus herramientas.
-No importa que sean paraguayos, chamigo, igual tienen que venir a las reuniones, no pueden seguir trabajando a destajo, sin obra social ni beneficios.
-Mirá, cumpá, en Paraguay no tenemos trabajo y con esto nos sobra para mandar dinero a la patrona, esperá un poco que levantemos cabeza y vamos.- Le respondió uno de los dos equilibristas la vez que fueron azuzados por el Negro Lorenzo.
El Negro Lorenzo, corrido por los capataces, querido por los suyos, hombre flaquito casi insignificante como ellos, azulejista de obras, sin paradero fijo; el primero en organizar ollas populares.
Fue cuando el otro se lo sacó de encima casi sin responderle y con una sonrisa cínica le dijo: “Vayan ustedes a esas reuniones, yo no soy de acá y no me interesan.”
Lorenzo masticó bronca ese día y se alejó sin responder.
-¡Muy bien paraguayo! ¡Que ese boludo se vaya a joder a otra parte!- lo felicitó el gordo encargado de la demolición y que apareció allí de improviso.
-Patroón, dele más compresión a la máquina que este fierro tiembla y mucho y casi se me va el pie- le gritó uno de los dos con algo de bronca disimulada.
-Bueno, muchachos, métanle fierro, que si a la noche volteamos todo el frente hay un premio extra y cerveza helada.
-¿Y algunas guainas, chamigo?
-Eso lo conseguís vos solito, naranja; platita vas a tener y de la buena cuando terminemos toda la demolición.
-¡¡¡Piujuuu…!!!- retumbó el grito desde las alturas, al compás del repiqueteo atronador de la punta de hierro penetrando la losa. Grito que por un momento casi aventajó a los estruendos del material al caer, a los ladrillos rotos y al polvo del revoque seco.
-¡¡¡Piujuuu!!!- se dispersó alegre y salvaje una vez más por los aires y, ahora sí, los transeúntes miraban con desprecio al paraguayito colgado de las alturas.
-¡Qué reuniones y que mierda, cumpá. Yo solo quiero platita y trabajo! ¡Platita y trabajo, cumpá!
El cumpá no alcanzó a responderle esa vez, un poco abstraído por su propia máquina, un poco porque lo sorprendió la maniobra que estaba realizando su compatriota y que no era habitual. Éste estaba colgado, no del paredón, sino de la malla metálica del encofrado, con un pie en un hierro y el otro en el siguiente peldaño; el martillo automático, de unos treinta kilos de peso, se disponía casi por encima de su cabeza apuntando hacia arriba, con muy poco punto de apoyo, hiriendo al sol, a casi diez metros del suelo.
…A diez metros del suelo, un cuerpo fibroso, de venas color ceniza, un cuerpo tostado, un cuerpo en tensión varias horas al día, un cuerpo de piernas largas que dejan entrever dos testículos sudorosos por falta de calzoncillos y que son vistos con asco no disimulado por las niñas que pasean por la peatonal. Dos manos nerviosas sujetadas rítmicamente al potente martillo automático demoledor, dos pies aferrados cada uno en un hierro dispar, dos pies que quieren ser firmes, ahora no tan firmes, luego del tropiezo, a diez metros de altura.
Diez metros fatales que no aguantaron una caída casi con desprecio por su propio traspié.
A los pocos instantes una multitud de curiosos comentaba el accidente de trabajo sobre la peatonal.
-¡Para hacer ese trabajo hay que estar loco o ser equilibrista, viejo!- comentó alguien y señaló con la mirada la cornisa en demolición.


Cuento inédito. Primer Premio Concurso Secretaría de Cultura CGT, Junín, Buenos Aires

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Me gusta más la verdad cuando soy yo quien la descubre que cuando es otro quien me la muestra.
Vincent Voiture

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