sábado, 1 de septiembre de 2012

Sergio Borao Llop

-Zaragoza, España-

Niño
(estampa navideña)

…………………………………………Nace, como la herramienta,
…………………………………………a los golpes destinado
…………………………………………-Miguel Hernández-

Niño. Niño del extrarradio. Niño de los cartones y el gesto huraño.
Déjame en esta noche cantarte, niño esquivo; deja que mi palabra te acaricie; que este grito de sangre que me agobia surja feroz y ardiente como un magma de espanto, como una sonora bofetada en el rostro impasible de los dioses.
Atrás, lejos, muy lejos, hay la caricia de una madre, un recuerdo borroso que tu piel, hoy endurecida por lluvias y quebrantos, evoca muy de cuando en cuando, quizá para escapar al miedo de las noches pobladas por expectantes ratas, gritos enloquecidos y algún llanto lejano. Niño.
Tu luna de cristal es la farola de la esquina, que una piedra a destiempo borra sin el menor remordimiento, sumiendo en las tinieblas tus años infantiles. Niño.
En tu mano surcada por miríadas de líneas, falta una: La línea del futuro. Acaso la borraron otras líneas menos inofensivas: las hondas cicatrices que dejan los cristales, las latas, las traidoras astillas escondidas. Niño.
Hubo quien te enseñó que una navaja abierta es la estrecha frontera entre el frío y la nada. Que un silencioso uniforme en la distancia puede significar la pérdida del cielo que cobija tus sueños, si es que soñar aún no es imposible. Que la noche es un hediondo basural donde encontrar aquello que la suerte te niega. Niño.
Niño de ropa vieja y mejillas manchadas, sospechoso habitual, espectro sin respuesta. Niño.
Niño gris de chatarra, papel y heridas sucias. Niño de octubre sin zapatos ni amor ni primaveras. Niño de negros ojos y silencio en los labios. Niño sin videojuegos ni esperanzas, sin lágrimas ni risa, sin un abrazo confortable, sin futuro. Niño de otoños largos sin música ni escuela, sin papá noel ni reyes magos, niño sin villancicos. Niño ajeno a ese mundo de escaparates encendidos y cenas navideñas. Niño de la inocencia asesinada. Niño que te repites por todas las esquinas. Niño que una mañana no amaneces. Niño.


Cansancio

Es cierto que cuando se ha caminado mucho, y aunque a pesar de todo no se haya llegado muy lejos, o quizá precisamente por eso, tiende a apoderarse de nosotros un cansancio que, por desconocido e inesperado, nos desconcierta. En tales casos, uno piensa que tras una larga y apacible noche junto a un hogar cálido, sobre un lecho confortable y al abrigo de las mantas, todo será de nuevo como al principio, que se habrá borrado la fatiga y podrá reanudarse el camino con renovadas energías. Pero en ningún modo es así. Este cansancio es persistente y no bastan la noche, el hogar y las mantas para hacerlo desaparecer. Aun si la noche fuese tan larga como el día que la precedió -ese prolongado día que fue testigo de nuestro arduo caminar- no hay garantía alguna de recuperación. Así, cuando amanece -si hemos de suponer que tal cosa puede ocurrir en realidad- la fatiga es casi tan grande como en el momento en que nos tendimos a descansar. Quisiéramos dormir un rato más, sentarnos junto al fuego, demorarnos un poco aún junto al umbral, pero el Posadero nos ha acompañado hasta la puerta y, con gesto amable, nos mira como invitándonos a partir. Su mirada es tranquila y quizá hasta compasiva, pero el mensaje que se desprende de ella es inequívoco: Debemos reemprender la marcha de inmediato. Y así lo hacemos. Resignadamente. Nos despedimos con un gesto, retomamos el sendero, verificamos la ruta -aun sabiendo que toda ruta es ilusoria- y nos preguntamos si algún día, por fin, llegaremos. Tal vez nos ayudase -pensamos- saber a qué lugar nos dirigimos.


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Eso era todo lo que un hombre necesitaba: esperanza. Era la falta de esperanza lo que hundía a un hombre.
Charles Bukowski

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4 comentarios:

  1. ¡Cuánta pena me da ese Niño, Sergio, Analía! ¿qué podemos hacer nosotros, los poetas?

    Un abrazo en poesía
    Bertha

    Pequeño vuelve a nacer
    de ésa tu vida que es sólo
    un trámite de ceniza.

    Tal vez en algún lugar
    estalle un colibrí
    en mil relámpagos
    para darse flor en el espacio.

    Yo sé que a la hora del hambre
    crece una espiral violenta en el estómago y
    no hay poema que alcance.
    Tus ojos reclaman de mis manos
    pero sé que es imposible
    darse a tantos.

    Busco en la intemperie
    Los sones de la tarde
    E irremediablemente
    Encuentro la vastedad de mi impotencia.

    Un volcán hace un nido
    de sombras y excrementos
    en mi lengua.


    © Bertha Carou




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    1. Gracias por tu solidaridad, querida Bertha, gracias por tu poema.
      Cada uno de nosotros puede aportar algo, por pequeño que parezca, verdad? Y creo que cada uno de nosotros tendemos una mano desde la palabra, el afecto, la solidaridad.
      Mi cariño y mis deseos que estés muy bien
      Analía

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  2. Sergio,muy bella y sentida tu forma de escritura, sobre todo la de ese niño que es todos los niños.

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    1. Gracias por tu lectura y tus apreciaciones, querida Rosa Lía.
      Mi cariño y mis deseos que estés muy bien
      Analía

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Analía Pascaner