sábado, 1 de septiembre de 2012

Oliver Robertt

-La Plata, Buenos Aires, Argentina-

Lo vi partir, pero…

Estaba en la playa y sus ojos ya desgastados por el tiempo le demarcaban el mar a su frente como si fuese plano, sin ondulaciones, y sólo sentía que estaba vivo porque el rugir de las olas lo inquietaba.
En un instante, su hijo que le hacía compañía, le pidió permiso para alejarse y con el agua refrescar su materia.
Otras veces en su vida, y en tiempos muy allegados, sintió la soledad, pero en ese instante, el actual, el más fuerte en que lo impregnaba de perfumes extraños sin poderlos identificar, comenzó a sentir como una aguja que penetraba en su pecho, y al parecer un puñal caliente lo ofuscaba, le paralizaba la respiración, y encrespó sus manos. Un grito quedó adormecido en su garganta y el hijo, que entre las olas y en la distancia estaba, justo lo observaba percibiendo el mal que aquejaba al padre; salió de las aguas y luchando contra la arena se aproximó lo más rápido que su cuerpo le permitió.
El padre, entreabriendo los ojos, murmuró en un bajo decir:
- No dejes que la presencia de la soledad sea en este momento mi compañera. No permitas que tu rostro se contraiga ante mi partida. Piensa sólo que después de mi largo caminar estoy a sentir el momento más feliz, aquel que me brinda tu mano, la expresión de tus ojos y el silencio que guardas en señal de respeto para no dejar de escuchar el último de mis suspiros que están acompañados de las palabras que dicen que tú, con la presencia, en éste mi momento, conforma el marco perfecto para una partida en paz. Lanza al viento mis cenizas en una playa solitaria, y recuérdame como aquel que te amó y permitió que crecieras sin grilletes y que tus firmezas fueran visibles sólo con tu presencia. Recuérdame siempre; y que el tiempo, que todo lo puede, permita algún día que nos volvamos a encontrar. Hasta pronto.
Cerró sus ojos; exhaló. En ese instante, sobre el rostro del hijo rodaron las primeras lágrimas que con esfuerzo había contenido.

……………21/08/2009

* * *

Mirando hacia atrás

Cae la lluvia suavemente,
moja mi rostro,
se desliza cuerpo adentro
como un viajante misterioso
que trata de descubrir mis silencios.

La calle solitaria
y las pocas hojas
llevadas por el viento,
transportan también mis tristezas.

Cuántos recuerdos.
Cuántos alientos.
Cuántos pensamientos en cada reja.
Te miro,
calle de mi niñez,
como si fueras
un fantasma que despierta.

Y en los balcones dormidos,
en las flores que se muestran,
quedan los pensamientos vagando,
acariciándote con extrañeza.

Yo sé,
que volver al pasado
no es sano.
Y que buscar
el tiempo que partió
es imposible y extraño.

Pero quiero olvidarte
por última vez,
y decirte:

…………"Yo te guardo fuertemente
…………en todo aquello
…………que pueda mostrar como idea.
…………Y has marcado,
…………paso a paso,
…………mi crecer
…………que tanto tarda y no despierta."


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El milagro del amor humano, es que, sobre un instinto muy simple, el deseo, se construyen edificios de los más complejos a los más delicados sentimientos.
André Maurois

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