lunes, 26 de marzo de 2012

Alejandro Drewes

-Buenos Aires, Argentina-

Cansancio


Otro domingo perdido
en fulgurante penumbra
como lluvia de plomo
de su largo exilio cayendo.

Y nada más por decir
a los otros desta senda
del asco y la nada.
De la vida cansancio;
de haber arrastrado
este cuerpo, esta voz
por los días de los días.

Este nunca saber cansa
y las plegarias entre todo
cansan. Su filosa daga
hunden aquí las palabras
hasta el fondo
de los fondos
desta infinita
y recurrente
pesadilla.


En tránsito

Se piensa que algo
tal vez permanezca
como trémulas notas
al otro lado del cristal
un rastro de ínsita luz
un pinar entre todos.
Soplaba el viento
de otras edades,
sitiados los huéspedes
en la incierta casa
de amor, como humo
retenidos, como fuego.
Pero todo pasa tan deprisa:
con su oscuro manto
era la noche sobre el día;
abrumaba ya un frágil
claror de luna llena.


Tiempo atrás

Y eso es todo:

una nueva mañana
deshecha en la turbia luz
de sus gasas, de alguien
el gesto que vanamente
llama. De tanto en tanto
acude la voz de los muertos
amados. El camino aquel
otra vez y la sombra muda
de los árboles: cansado
reposa el viajero que fui
entre la flauta del viento
y el ardor infinito
de las últimas hojas.


Instante de nieve

El pobre corazón transita
Los días sin paz. En algún lugar
es muy tarde y se desvelan
tus ojos. En algún punto
la Esfera se tiñe de sangre
y caen las últimas gotas.
Cada mota de aire
respirado torna el cuerpo
milenario, devuelve al pasado
enjoyadas naves robadas
y hundidas, los grandes frescos
nunca pintados. Y en el oscuro
jardín de medianoche cae la nieve
y sepulta las últimas rosas.


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Se dice que el enamorado no ve, porque la pasión le ciega; yo afirmo que los indiferentes son los que no ven, porque les ciega la indiferencia.
Ángel Ganivet

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