lunes, 8 de junio de 2009

Pedro Martínez Corada

-Madrid, España-

Aquella mirada

Era verano, viernes, de noche y me aburría, así que me alegró la llamada de Félix. El Felisito llegó una hora después, puesto casi del todo y bien acompañado. Traía debajo del brazo derecho un elepé y del izquierdo una preciosidad de mujer, que se llamaba Marina. Era bajita, tamaño bolsillo, pero tenía un cuerpo de cinco estrellas y unas piernas de para qué que reconozco públicamente —yo soy así— fue lo primero que miré. Seguí avistando después hacia arriba, hasta que llegué a su mirada y ahí me quedé pelín cortado pues Marina tenía estrabismo: un ojo por aquí y otro por allá; pero me colé por ella, a pesar de su mirada divergente. Luego se sentó a mi lado, dejando alrededor un perfume como de reserva natural de la biosfera, mientras el Felisito ponía el disco (los Bee-Gees, un doble en directo) y se liaba a hacer trompetas: "Hasta que acabemos la china, ¿vale?", nos dijo el tío. Marina y yo hablamos sin parar, una delicia el rollo, seguro que hasta salió el Borges en la charla, y a eso del tercer canuto sonó Holiday y flipé del todo: la miraba, y ella a mí con su mirada bifurcada, y yo loco por ella, así que le susurré que tenía una mirada preciosa; me salió del alma. ¿Habéis hecho un castillo de naipes, alguna vez? ¿Y se os ha caído, después? Pues eso, se fue a la media hora escasa y no la he vuelto a ver. Desde entonces, cuando me presentan a una chavala la miro primero a los ojos y no he vuelto a escuchar a los Bee-Gees. Y eso que el disco que traía Felisito era mío.
…………………………………………………………………………………………………………2002



El viejo emperador Qin Shihuangdi dormía cada noche en un palacio distinto para desorientar a la Muerte. Desde las torres de Xianyang magos y astrónomos patrullaban el cielo, buscando el rastro de la señora del Reino de la Tierra. Escultores y arquitectos miraban temerosos el palacio en donde serían enterrados vivos cuando Él expirara.
Aquella noche, Lao Zhang, el constructor, preparó un vaso de té y vertió el veneno en la infusión. No quería morir de forma tan horrible. Había terminado de beber cuando vio cómo el emperador entraba en su palacio y lloró por haber guiado a la Muerte.
…………………………………………………………………………………………………………2002

La cucaracha

La había visto un par de veces. Era una cría de cucaracha del tamaño de media judía y estaba siempre muy quieta, en alguno de mis calcetines, como si durmiera también la siesta. En las dos ocasiones anteriores había escapado rápidamente mientras yo miraba con asco el calcetín, dudando sobre si ponérmelo.
Aquella tarde me desperté de la siesta, encendí la luz de la mesilla, me puse las gafas, cogí una zapatilla y a continuación moví los calcetines. Cuando tiré a la basura el cuerpo despachurrado del bicho pensé que los tiempos que corren no están como para vivir al descubierto.
…………………………………………………………………………………………………………2002

Autorretrato

En Madrid hay un callejón llamado del Gato en donde “las bravas gentes cuidan el tabernáculo de los espejos, donde los peregrinos se quitan el cráneo…”. Peregrino de la cámara, al fin, busco en el reflejo distorsionado de uno de los espejos una imagen que llevarme a la boca, antes de entrar, como mandan los cánones, a degustar la salsa patentada de Las Bravas. Me parece ver un vagón de metro en el sueño de azogue, oscuro como la noche de Max Estrella —el pontífice del Esperpentismo—, una mujer inmigrante que parece regalarme un beso y un ensimismado viajero con gafas; alguien canta y toca el acordeón en el vagón (me gustaría que la canción pidiera al reloj que no marque las horas).
…………………………………………………………………………………………………………2007

Textos tomados del sitio web del autor: http://www.martinezcorada.es/

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La disciplina es la parte más importante del éxito.
Truman Capote

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