viernes, 7 de noviembre de 2008

Walter Rago

-Buenos Aires, Argentina-

Niño cosa


Ayer entrevistamos a los padres del niño cosa. Les explicamos que la situación es insostenible, en los recreos se queda durante diez minutos inmóvil, congelado, no contesta cuando le preguntamos qué le pasa, sólo hace ruiditos, como madera crujiendo, dice que es un mueble y a veces un árbol, llora y pide por favor que no le cortemos las ramas.
Por suerte los padres se mostraron receptivos, equilibrados, dijeron que no sólo es así en la escuela, en la casa es igual, lo ven muy mal, ya no saben que hacer con él.
A los dos se los veía sinceramente preocupados, me di cuenta porque durante la conversación a ella se le secaron un montón de hojas y él abría y cerraba sus cajoncitos todo el tiempo, mientras crujía muy inquieto.


Azar

Él creyó ver a su mujer entrando a un hotel con otro hombre. Cuando recuperó la capacidad de pensamiento, comprendió que, para ser justo, motivos no le faltaban. Enfermo de trabajo, en los últimos tiempos la había ido abandonando.
Ella nunca supo, que el maravilloso y repentino cambio en su vida de pareja, debía agradecerlo a un azaroso cruce y a una tarde de sexo de una desconocida (aunque con un corte de pelo idéntico al suyo).


Duda tardía

Paseaba con sus nietos por el Mercado de Pulgas, mirando entre distraído y aburrido, artesanías y artefactos olvidados. De pronto, al llegar a la mesa de los viejos teléfonos, se detuvo frente al más antiguo, observó cada cable, cada pieza y al entender su funcionamiento, sintió un frío que lo atravesaba.
Comprendió, recién entonces, que aquel teléfono del hotel, en 1935, en realidad no había estado conectado.
¿Y si ella hubiera llamado…? Entonces… ¿podría haber sido feliz…?


La evolución de las especies

Lee en “Diez recetas para un pavo navideño”:
“…Como los hornos actuales son más pequeños que los de antaño, se han logrado razas de aves medianas y pequeñas, para que puedan cocinarse con comodidad sin necesidad de trozarlas…”
Y su columna vertebral se encoge, al imaginar la instalación del Gran Criadero.

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Si en los hombres no aparece el lado ridículo, es que no lo hemos buscado bien.
François de la Rochefoucauld

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