miércoles, 8 de octubre de 2008

Julio Carabelli

-Buenos Aires-Tucumán, Argentina-

Naturaleza


Cuando aquella mujer que había decidido viajar para conocer otras culturas que le permitieran enriquecer su visión del mundo, para plasmarlo luego en su pintura y en sus escritos, llegó al pueblo “El mejor de todos” donde cada uno de sus habitantes era mejor que sus vecinos y por lo tanto no había gobernador ni autoridad alguna ya que el mejor de todos no podía ejercer cargos burocráticos, por un lado, y por otro ninguno de sus vecinos, que eran cada uno de ellos el mejor de todos, lo hubiera votado.
El mejor de todos y más anciano que todos, aceptando su presunto reportaje, le contó que al principio el pueblo se había constituido con el mejor talabartero, el mejor herrero, el mejor lechero, el mejor carnicero, el mejor almacenero, el mejor albañil y el mejor carpintero, pero al ir creciendo las distintas familias tuvieron que importar gente para determinadas tareas y cada tarea dejó de ser una tarea digna para el mejor de todos que tuvo que recurrir al albañil o al carpintero importado porque el mejor de todos no iba a trabajar para el mejor de todos y eso era obvio en el pueblo y hasta las Naciones Unidas lo llegaron a comprender. La que no comprendía ni entendía a aquella sociedad de los mejores era nuestra mujercita que cada día se veía obligada a hablar con el mejor de todos sintiéndose ella, por ser mujer y por ser extranjera, la peor de todas porque nadie la llamaba para que hiciera una pintura ni para escribir aunque más no fuera una carta ya que todos los habitantes pintaban los mejores cuadros, componían la mejor música y escribían los mejores cuentos. Entonces, como andaba escasa de amistades, se le ocurrió visitar al mejor de todos uno por uno para ver sus cuadros, escuchar su música y leer sus cuentos con lo que consiguió que cada mejor que todos quisiera tenerla en su casa admirando sus obras. Ella, al ser tan requerida, dejó de hacer sus cosas para no hacer absolutamente nada, pero dicen las malas lenguas que sigue viviendo en el pueblo aquel donde al poco tiempo dejó de ser el mejor público para convertirse en la mejor de todas.

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Escritura
Si supiera qué puedo escribir, no dejaría una sola palabra sobre el papel. No lo sé: por eso escribo.
David Lagmanovich, microrrelato del libro Menos de 100

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