domingo, 4 de marzo de 2007

Araceli Otamendi

El sueño de Florencia, millonaria, actriz frustrada, jorobada y directora de cine

“Ayer soñé con los hambrientos, los que se fueron, los locos, los que están en prisión, hoy recordé de nuevo esta canción que ya fue escrita tiempo atrás”.
Charly García

Florencia, millonaria, actriz frustrada, jorobada y directora de cine tiene a los treinta y tres años un solo sueño sin cumplir: dirigir un film donde actúen juntos Woody Allen y Pedro Almodóvar. Considera, como Allen, que obras maestras del cine son Los viajes de Sullivan, de Preston Sturges, Ese oscuro objeto del deseo, de Luis Buñuel, Con faldas y a lo loco, de Billy Wilder y Los siete samurais, de Akira Kurosawa. Hija de padres millonarios, cuando era chica y ellos peleaban, Florencia llamaba a Cisco Kid para hacer justicia. Cisco Kid entraba por la ventana y la jorobada galopaba en el caballo junto a él hasta el amanecer cuando se dormía. Cansada de los avatares de esa simulación, de adolescente se inclinó por estudiar cine y declinó la actuación, pensaba que le faltaba altura para eso. Pequeña y baja, con la mochila de la joroba a cuestas, la jorobada apenas sobrepasa la altura de una mesa. Ahora tiene varias documentales sin estrenar, casi todas sobre la vida en los circos. Harta de payasos, domadores de leones, ecuyeres y magos, Florencia ha decidido cumplir el sueño, se ha enterado que sus admirados Allen y Almodóvar vienen a filmar a la Argentina. La jorobada no ha hecho más que dar disgustos a sus padres, la madre pretendía que fuera abogada y el padre que hiciera un doctorado en economía. Pero a Florencia se le ocurrió dedicarse al arte y esa tal vez haya sido su desgracia. Dividió a la familia: los padres se divorciaron por culpa de ella y el único apoyo estuvo en su hermano algo mayor. Desde entonces, Florencia no hace otra cosa más que filmar. La jorobada averigua cuál es el hotel donde se alojan los anhelados directores de cine y manda a comprar veinte muñecos inflables y varias cajas de champagne de primera marca. Pide una suite en el hotel más lujoso de Buenos Aires, donde estarán Woody y Pedro y se aloja ahí. Apenas llegan Woody Allen y Pedro Almodóvar al hotel, Florencia se dedica a seguirles los pasos y anota todos sus movimientos: la hora en que desayunan, cuando nadan en la piscina, cuando salen, cuando entran. Todo es documentado en un cuaderno de notas, mientras teje su plan. Cada noche envía varias botellas de champagne a las habitaciones de Allen y a Almodóvar con una tarjeta: “El espectáculo ya se estrena”. Al recibir la tarjeta Allen decide llamar por teléfono a New York a su sicoanalista y Almodóvar pone un video de su mejor película. Pasan tres noches sin poder reunir a los directores hasta que la jorobada ejecuta el plan: arroja los muñecos de goma a la piscina, casi todos tienen máscaras de actores y actrices famosos: Marilyn Monroe, James Dean, Elizabeth Taylor, Richard Burton, Sean Conery, Robert Redford, Carmen Maura, Geraldine Chaplin, Antonio Banderas, Catherine Deneuve, Javier Bardem, Cindy Crawford, Madonna, entre otros. Los muñecos flotan en el agua como noctilucas en el mar y la jorobada paladea la escena. Florencia llama por teléfono a la habitación de Allen y le dice que es la secretaria de Almodóvar y que éste lo espera en la piscina para conversar con él. Lo mismo hace con Almodóvar fingiendo ser la secretaria de Allen. Se encuentran los dos directores al borde de la piscina, se estrechan la mano y es ahí cuando la jorobada, al mejor estilo de Charly García se arroja a la piscina desde la ventana de la suite. La jorobada cae sobre los muñecos que amortiguan el golpe, la piscina desborda y el agua empapa a los dos directores que se miran consternados. Algunos minutos después, apenas los guardias del hotel la dejan sola en su habitación, Florencia sale sigilosamente y roba el video de la cámara de seguridad instalada en la piscina. La música es de Charly García.

© Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados


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A menudo son los propios inquisidores los que crean a los herejes.
Umberto Eco

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